lunes, 24 de septiembre de 2007

Hilos


Las personas estamos interconectadas de las formas más disparatadas.

Llevo toda la mañana esperando una llamada que me puede cambiar la vida durante los próximos 9 meses. Y eso es mucho cambiar. No me refiero a que vaya a dar un nuevo sentido a mi vida o a reordenar mis valores o mis motivaciones, sino a algo mucho más importante.

Cambiará la hora a la que me levante por las mañanas. Cambiará mi alimentación y la gente con la que coma 5 días por semana. Cambiará el tipo de conciertos al que iré y el número de veces que visitaré a mi familia. Cambiará las horas que pase con mi novia y las cosas que haremos juntos.

Mi forma de vida pende de finísimos hilos y quien maneja esos hilos ni siquiera me conoce. Bueno, sí, me conoce porque habrá visto mi foto y sabrá cómo me llamo y cuántos años tengo y si tengo un nivel de inglés de advanced o de proficiency. Con esos datos maneja mi vida.

Me pregunto si en algún momento (2 o 3 segundos bastarían) se llegará a plantear lo que significan para mí las dos letras de sus posibles respuesta. Si. No. Si. No. Si. No. Si. No....

Y la marioneta, esperando.

lunes, 17 de septiembre de 2007

Un verano enlatado


Llegó la hora de volver. Después de tener el blog abandonado durante casi seis semanas, han vuelto las ganas y el tiempo y la actitud mental adecuada para escribir.

¿Y qué queda atrás después de este tiempo? Noches en familia, fiestas con los amigos, partidos de tenis, baños en la piscina, desayunos tardíos...muchas cosas, pero sobre todo una: un cortometraje rodado. Y así como de todo lo que he vivido este verano no queda más que un recuerdo (con un poco de suerte alguna fotografía aislada que nunca llegará a mis manos), del rodaje ha quedado algo físico, algo que puedo ver y tocar cada día. Un disco duro marca Lacie, comprado por 160 euros en la Fnac de San Sebastián.

En las entrañas de ese cacharro se esconde el bruto del rodaje. 157, 28 gigabytes de unos y ceros. No parece mucho, pero lo es. Debajo de esa carcasa gris, detrás de ese misterioso código digital se encuentran las 3 semanas de preproducción y los 4 intensísimos días de rodaje. Ilusiones, miedos, sudores, nervios, risas, broncas. Todo está ahí, enlatado. Y verlo ahí, ocupando su espacio en mi salón, es un consuelo: "no ha sido un verano perdido", me está diciendo.

Este disco duro es mi lámpara de Aladino. El genio debería estar dentro, así que ahora me toca frotarla y gestionar mis tres deseos: que funcione, que funcione y que funcione.