jueves, 4 de junio de 2009

Destilación emocional

Pocas cosas purifican más que perder un móvil. Un pequeño drama personal si el modelo era de última generación o si en sus tripas se conservaba aún aquel mensaje que releías todas las noches del último mes. Pero también una ocasión única para airear el viciado espacio de tus círculos sociales, atacar el sótano de tus emociones. Como cuando te decidiste a subir al desván para librarte de los discos de Mocedades, las cintas VHS donde grabaste el All Star del 89, los dvs de la colección de cine de acción que sacó "época", todavía envueltas en sus plásticos, o la ampliadora de 7 toneladas de tu soñado laboratorio de fotografía, tan casero que se quedó en rastrero.

De los 234 contactos que constaban hasta hace dos semanas en la agenda de mi móvil, he pasado a 77. ¿Y los 157 que faltan? Por lo visto no los necesitaba porque no los echo de menos. Algunos de ellos sí volverán de forma natural a mi agenda, pero otros muchos se habrán ido para siempre. No sólo de mi móvil, sino de mi vida. Cumplieron una función puntual y ahora tienen que desaparecer. Gracias por los servicios prestados. Hasta nunca.

miércoles, 3 de junio de 2009

El mundo en blanco

Acabo de empezar a escribir mi primer guión de largometraje chispas y me ha faltado tiempo para darme de bruces con la madre del cordero.

El escritor o el guionista puro tienen como misión rellenar un espacio perfectamente delimitado, 210 milímetros de lado a lado, 297 de arriba abajo. Podrán ser 87 ó 95 ó 753 páginas de ese tamaño, pero no deja de ser un producto medible, pesable, tasable. Completo. Cuando esas letras que forman palabras que forman secuencias hayan dejado de aparecer después del punto final, el trabajo estará terminado. Mejor o peor, pero terminado.

Ahí el obstáculo a vencer es una hoja en blanco. En mi caso, la sensación que tengo es que la hoja en blanco no es nada. No es mi enemigo porque derrotarla no me supone victoria alguna. Puedo hacer virguerías sobre todas ellas, desde la primera a la última hoja, y aún estaré muy lejos de poder dar por terminado mi trabajo. El punto final no lo podré poner hasta que el último fotograma salga procesado de la máquina de etalonaje.

Y es que mi enemigo es un mundo en blanco. Todos los elementos de mi película tienen que ser creados, conjurados. No basta con describirlos como en la literatura, sino que tienen que existir, el espectador los tiene que ver, no sólo imaginar. Los personajes, el universo en que viven, las leyes que los rigen y las relaciones que se establecen entre ellos. Lo que no aporta el receptor lo tengo que poner yo.

La voluntad de estilo, de la que se habla como síntoma de ego superlativo o de ínfulas autorales, puede que no sea más que una utilísima herramienta para enfrentarse a ese mundo en blanco. El vacío absoluto al que te enfrentas cuando no dispones de él, deja de ser infinito y terrorífico cuando tu estilo empieza a delimitar las zonas en las que te vas a mover. Tu inclinación por ciertas líneas argumentales. Tu forma de planificar las secuencias. Esas normas tan concretas en el uso de la música extradiegética. Ese empeño en el "no acting". Cuanto más inflexible y preciso seas en la construcción de tu estilo, mejor. Porque ese mundo en blanco dejará de ser tal. El vacío tendrá zonas en las que podrás hacer pie.

El estilo no es más que un dogma y hace lo que todos los dogmas: hace la vida más fácil. Simplifica. Y por eso, empobrece. Está bien que haya creadores de estilo inmutable y reconocible, pero puede ser más importante contar con valientes que se lancen al vacío en cada película.

En cualquier caso, ¿cuál es la madre del cordero de la que hablaba al principio? Precisamente preocuparme por estas cuestiones. Lo que me gustaría es saber manejar las diferentes personalidades que anidan en mí y que ahora fuera el "Asier guionista" el que hiciera el trabajo. Y que su objetivo final no fuera una película sino un guión a secas. Letras, palabras y secuencias escritas en hojas de papel. A partir de ahí, lo ideal sería matar al guionista y dejar que el "Asier director" asumiera el mando.

Veremos.

viernes, 29 de mayo de 2009

La física del cine


Mira la pelota. Mira la pelota. Mira la pelota. !Mira la peloooooota, coño!!!!

Probablemente la orden/consejo/advertencia más repetida por todos los entrenadores de fútbol o monitores de tenis que he conocido.

La pelota es una esfera perfecta. El cuerpo geométrico más noble, el único que no tiene aristas ni vértices. Obedece dócil a las leyes de la física clásica para desesperación de la teoría del caos, que no encuentra el mínimo resquicio para hacer el mal. La pelota siempre reaccionará de la misma forma ante estímulos iguales. No lleva jamás una segunda intención ni esconde un comportamiento inesperado. Puede venir con más o menos potencia, más o menos efecto, siempre hará lo que la física le ordena y gracias a eso tú podrás preparar tu golpe o tu control de balón en consecuencia.

Si consigues interiorizar esa visión, si la pelota es un amigo dócil que sabes que hará lo que le digas, entonces empezarás a tener el control. La miras bien y ya está. Parece fácil, pero los jugadores mediocres solemos olvidar esa regla básica y cuando vemos venir la pelota a veces parece que vemos venir un murciélago apuntándonos con una ametralladora o un cerdo en bikini cantándonos una canción de cuna rusa. Algo impredecible e inesperado. Y por eso, hostil.

Los grandes jugadores nacen con esa certeza y esa clarividencia. Una pelota es una pelota y ellos la controlarán y la dominarán como las leyes de la mecánica predicen. Zidane o Federer han nacido con el don y nunca habrán tenido la necesidad de plantearse esta cuestión.

Los mejores directores/guionistas son en eso como los cracks del fútbol o del tenis. Para ellos el receptor es una simple esfera que no tiene secretos. Saben cómo va a reaccionar a cada estímulo, lo que necesita sentir, pensar o temer en cada momento. Saben cómo golpearlo y cómo controlarlo. Lo manejan a su antojo, lo golpean hasta ponerlo en la línea o lo bloquean sin problemas cuando viene cargado de efecto.

Una vez yo también conseguí que el receptor fuera para mí como un balón. Pero era de rugby y se empeñaba en no obedecer a la física sino a la teoría del caos.

Estuve cerca. No pierdo la esperanza.

martes, 26 de mayo de 2009

La certeza alemana

Son muchas las expresiones malvadas que delatan al que intenta comunicarse en un idioma extranjero, siendo las que martirizan a los miembros de un mismo país casi siempre las mismas, compartiendo como comparten un esquema mental y un determinado proceso de formación de las ideas condicionado por la lengua madre.

A los españoles se nos hace muy cuesta arriba, por ejemplo, el uso correcto de los diferentes determinantes posesivos del alemán. Donde nosotros sólo disponemos del "su", sea el sujeto poseedor masculino o femenino, ellos tienen el "sein" o el "ihr". Los ingleses las pasan putas con el "ser" y el "estar" españoles y es difícil hacerles entender que del puro e inofensivo "to be" haya que extraer matices tan peligrosos como ése que te asalta cuando le dices a una chica "estás guapa" o "eres guapa". Si no dominas el matiz, te domina él.

Para cerrar el círculo, los alemanes tampoco se libran de las trampas del lenguaje y uno de sus caballos de batalla es la distinción entre el "if" y el "when" ingleses. Y es que en alemán el "wenn" lo pueden utilizar tanto para la posibilidad como para la certeza, con lo que muchas veces parecen dar por seguros hechos que no lo son en absoluto. "If you love me" está claramente un escalón por debajo de "when you love me", pero un alemán tiende a utilizar sólamente esta segunda versión por el parecido entre el "when" inglés y su "wenn". La certeza alemana, tan positiva cuando de lo que hablamos es de amor.

En una entrevista publicada el 18 de mayo a Rodolfo Ares, flamante nuevo consejero de Interior del Gobierno Vasco, leí algo que me hizo recordar a los alemanes. A la pregunta de si estaba preparado para el primer muerto, Ares respondía:

"Nunca se está preparado para un asesinato, aunque uno haya sufrido ya el asesinato de muchos amigos. Lo pasaré mal cuando ocurra. El mejor homenaje...".

"Lo pasaré mal cuando ocurra."

Lo primero que se me ocurrió fue que Ares quería en realidad decir "Lo pasaré mal si ocurre" y que un imprevisto gen alemanoide camuflado en él le había impedido utilizar la partícula adecuada, ésa que habla tan sólo de una posibilidad. La certeza alemana, tan devastadora cuando de lo que hablamos es de muerte.

Pero no. Ares no tiene genes alemanes. Nació en Orense, uno de esos pequeños triunfos de la nueva era abierta en Euskadi y su expresión no era el resultado de un problema lingüístico.

Era la expresión de un país fatalmente familiarizado con el horror.

viernes, 8 de mayo de 2009

Los muertos comunes

La lista de los muertos comunes es uno de los muchos registros, llevados de forma más o menos consciente, que van dando contenido, rugosidad, color y olor a esa albondiguilla que es la vida común de una pareja, tan plana, tan vacía, insípida e inolora cuando la relación nace.

Una contabilidad emocional que contempla asientos tan diversos como las películas o los conciertos que habéis visto, los pisos en que habéis vivido, con todos esos cuartos de baño y esas camas y esos sofás que nunca acaban de resultar tan cómodos como los imaginasteis, los sucesivos cambios de gobierno nacional, regional o municipal que habéis padecido o las catástrofes y las guerras de las que habéis sido testigos inoperantes.

Las nuevas aficiones que pronto serán viejas y sustiuidas por otras. Los países que habéis ido conociendo juntos. Los nuevos sobrinos, los nuevos tíos segundos, cuñados, concuñados, amigos y enemigos. Todos estos registros suponen una ganancia. Van en la columna del HABER gracias a lo que tienen de aprendizaje y de experiencia compartida. En este aspecto incluso las guerras, los tsunamis y los katrinas son parte de las ganancias.

El registro de los muertos comunes es el único que claramente parece engrosar la lista del DEBE. Porque es una pérdida objetiva, indiscutible e irreversible. Una persona que estaba en vuestras vidas y enriquecía vuestra albondiguilla, deja de estarlo para siempre. Un pequeño hueco que nunca volverá a llenarse. Una burbuja rellena de nada.

La lista de nuestros muertos comunes constaba de un sólo nombre hasta que el pasado 19 de Abril se añadió uno nuevo, doblando el tamaño de esa columna del DEBE. Son ahora 2 nombres en casi 9 años. Desde luego no podemos quejarnos del estado de nuestras finanzas emocionales, un muerto cada 4 años y medio es un ratio que cualquiera firmaría con los ojos cerrados.

Pero sabemos que es una estadística engañosa y que pronto el tamaño de esa columna empezará a crecer a un ritmo muy distinto, hasta que quizás llegue un día en que tengamos la sensación de estar apuntando muchos más asientos en esa columna que en la otra. Un día en que nuestra vida, nuestro albondiguilla, parezca estar repleta de burbujas rellenas de nada.

jueves, 7 de mayo de 2009

¿Quién necesita el cine?

Partidos como el de ayer entre el Chelsea y el Barca hacen que le entren a uno ganas de abandonar el cine como oficio.

Si el objetivo del emisor, en cualquier forma más o menos artística de expresión, es producir determinadas sensaciones en el receptor, sensaciones que pueden tener un tinte intelectual (un trasfondo filosófico, sociológico o cultural, una ética, una estética) o más visceral (miedo, emoción, empatía) lo de ayer en Stamford Bridge se revela como un prototipo, un modelo de narración insuperable. Es el ideal que tenemos que perseguir pero que nunca alcanzaremos partiendo de ingredientes como una trama prediseñada o unos personajes que sólo pueden aspirar a ser personas.

7 hombres en guerra

Las mejores películas saben encontrar el camino para acercarse mucho, para remover al espectador y tocar en él una o dos de las teclas adecuadas con intensidad y precisión. "Tiburón", "Pulp Fiction", "Ordet", "Al final de la escapada" o "El apartamento" son capaces de dar en la diana del terror, el humor, la joie de vivre, el existencialismo, el romance o el corazón postmoderno. Una o dos teclas, hablando de películas que son como pequeños milagros del cine.

Ayer, entre las 20:45 y las 22:34, ví como a miles de personas se les tocaba en absolutamente todas las teclas de su humanidad. Ví placer estético, ví horror, angustia, vergüenza, orgullo, ansiedad, pánico, enfado, incredulidad, sorpresa, amor, dolor, amistad, indignación, belleza. Todo culminado por un orgasmo en forma de gol, que fue sutil y letal, bello y terrorífico, cielo e infierno.

Sudor. Sangre. Lágrimas y flemas, orina y semen. Dinero, sexo, gloria, guerra y arte. Cristo y Anticristo. Todo estaba ahí.

¿Con qué valor me enfrento yo ahora a mi inofensivo guioncito? ¿Para queeeeeeeeé?

miércoles, 6 de mayo de 2009

Menos mal que no son vascos

Un amigo me dijo la semana pasada que me recomendaba cambiar el color de fondo del blog, que lo pusiera blanco en lugar de negro. Para mí esa elección se basa en un equilibrio entre dos fuerzas, la legibilidad y la estética, y yo le expliqué que prefería sacrificar un poco de lo primero para ganar en lo segundo. Él se rió de mí al aclararme que su consejo no tenía nada que ver con esas dos fuerzas (esto lo dijo con cierto retintín), sino por otra razón, también muy concreta. Así me la expuso:

Cuando estás trabajando en una oficina y te pones a navegar por internet, abandonando por tanto temporalmente sus obligaciones contractuales, intentas meterte en páginas que no sean demasiado llamativas o que, en caso de que un superior o un compañero indeseable tengan acceso visual a tu pantalla, puedan parecer documentos de trabajo o al menos información relacionado con tus tareas. No existen páginas útiles o necesarias para un profesional serio que tengan un fondo negro, rojo o verde. El blanco es aséptico, pasa desapercibido, no te delata. Por eso sueles evitar pinchar en las páginas que sabes que te pueden poner en evidencia.

Me pareció una razón de mucho peso, pero también me hizo pensar en lo extrañas que son las motivaciones que llevan a la gente a hacer una cosa u otra. A que tu madre vaya a ver esa película francesa sobre un coro infantil en lugar de la española que le recomendaste no menos de diecisiete veces o a que esa chica se enamore del mamarracho de la tienda de discos en lugar de hacerlo de tí. Quizás es que eres un fondo de pantalla azul y ni siquiera lo sabes.

Y es que detrás de las acciones más trascendentales pueden esconderse las razones más peregrinas.

El sábado pasado estaba viendo ese homenaje al fútbol que llevaron a cabo en el Bernabeu un grupo de chavales de veintipocos vestidos de azul y rojo. Casi al final del partido, cuando ya habíamos visto los 8 goles, un amigo que estaba a mi lado me dijo: "Menos mal que no son vascos". Yo no entendía, "¿quiénes, los del Barca?". "Sí", me dijo, y me miró como diciéndome "ya sabes por qué lo digo y si no lo sabes eres tonto". Ante una mirada como ésa lo único que puedes hacer es poner cara de estar de vuelta y dejar para tu intimidad el penoso proceso de intentar encontrar ese significado oculto que antes ni has olido.

"Menos mal que no son vascos", me repetía cuando me quedé solo. Qué raro, pero si él es vasco, por qué no iba a querer que...Como no acababa de ver la luz encarando el problema de esa forma, decidí darle la vuelta. Así que pensé: "El equipo que acaba de dignificar el fútbol y ha humillado al club más grande de la historia es vasco". Entonces ocurrió. Lo ví, ví el monstruo de 7 cabezas que mi amigo había contemplado. Y daba mucho miedo, es verdad.

Menos mal que Xavi, Iniesta, Pujol o Piqué no son vascos. Menos mal que Nadal no es vasco. Menos mal que Fernando Alonso no es vasco. Menos mal que Pedrosa y Lorenzo no son vascos. Menos mal que Ferrán Adriá no es vasco. Menos mal que Calatrava no es vasco. Menos mal que Almodóvar, Amenábar, Balagueró o Penélope Cruz no son vascos.

Menos mal que los equipos de fútbol vascos llevan años arrastrándose por los campos de 1ª y 2ª división. Menos mal que los años dorados del equipo ciclista euskaltel pasaron a la historia. Menos mal que parece que Medem nunca ganará un Oscar y que la BBK nunca será la caja más potente del país.


Lo de Nadal es especialmente reconfortante. No quiero ni imaginar lo que podría estar pasando en el País Vasco en estos meses tan decisivos si Nadal fuera vasco. Qué estaría ocurriendo en las cabecitas nacionalistas, las leyendas de supremacía racial que se podrían estar construyendo en torno a unos cimientos como ésos: el mejor tenista del mundo.

Estoy convencido de que si Nadal hubiera sido vasco, Patxi López no sería hoy lehendakari. Razones peregrinas para hechos trascendentales. La especialidad de los nacionalismos.