jueves, 4 de junio de 2009

Destilación emocional

Pocas cosas purifican más que perder un móvil. Un pequeño drama personal si el modelo era de última generación o si en sus tripas se conservaba aún aquel mensaje que releías todas las noches del último mes. Pero también una ocasión única para airear el viciado espacio de tus círculos sociales, atacar el sótano de tus emociones. Como cuando te decidiste a subir al desván para librarte de los discos de Mocedades, las cintas VHS donde grabaste el All Star del 89, los dvs de la colección de cine de acción que sacó "época", todavía envueltas en sus plásticos, o la ampliadora de 7 toneladas de tu soñado laboratorio de fotografía, tan casero que se quedó en rastrero.

De los 234 contactos que constaban hasta hace dos semanas en la agenda de mi móvil, he pasado a 77. ¿Y los 157 que faltan? Por lo visto no los necesitaba porque no los echo de menos. Algunos de ellos sí volverán de forma natural a mi agenda, pero otros muchos se habrán ido para siempre. No sólo de mi móvil, sino de mi vida. Cumplieron una función puntual y ahora tienen que desaparecer. Gracias por los servicios prestados. Hasta nunca.

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