miércoles, 29 de abril de 2009

¿Dónde está el dinero?

Si trabajas como empleado para una empresa y por lo tanto tienes asignada una remuneración fija, ésta es una cuestión que jamás llegas a plantearte. El dinero está donde lo necesitas cuando lo necesitas, en tu cuenta bancaria y siempre puntual al final de cada mes. Allí aparece contabilizado un ingreso que tú ni siquiera has tenido que reclamar ni gestionar.

Unos meses te esforzarás más y otros menos, podrás estar más o menos inspirado, tener una actitud activa o pasiva, dócil o contestataria. Mientras te muevas dentro de unos márgenes aceptables, tu rendimiento y tu comportamiento no afectarán a la materialización de ese pequeño milagro mensual. Te lo merezcas o no, el dinero va a APARECER en tu cuenta.

Parte del ingreso generado por la venta de una de vuestras cajas de cambios en Pontevedra, donde tú nunca has estado, por ese agente comercial del que sólo sabes que se apellida Castillo y que fuma negro, ¡ha terminado en tu cuenta! Es extraño pensar que haciendo lo que tú haces, enviando esos mails y preparando esos powerpoints, rellenando esas bases de datos y monitorizando esas listas de chequeo, hayas conseguido una cantidad de dinero tan respetable. Bien por tí.

Cuando dejas de pertenecer a la disciplina de una empresa son muchas las obligaciones que dejan de afectarte, pero muchos también los privilegios a los que renuncias y el mayor de ellos es la nómina a fin de mes. Ya no hay milagro. Ahora sí: ¿Dónde está el dinero? ¿Dónde tienes que buscarlo? ¿Cómo conviertes lo que sabes hacer en dinero? ¿Cómo vendes lo que haces? ¿Quién te lo compra? ¿Quién demonios te lo va a comprar? ¿¿¿Quién, por Dios??? ¿¿¿¿¿Dónde??????

Se hace algo. Y se vende. Fácil para un carpintero, un soldador o un mecánico. Donde no había nada con valor ellos hacen aparecer un armario, una tubería de acero inoxidable o un diferencial de engranaje helicoidal que funciona de nuevo. ¿Pero a tí, quién te va a dar un duro por monitorizar listas de chequeo o rellenar bases de datos?

Sales a la calle. Detrás de las farolas, debajo de las mesas de las terrazas, dentro de los buzones para publicidad de los portales. Miras y remiras, buscas como loco pero el dinero no aparece. Miras a la gente y te preguntas cómo consiguen ellos su dinero. ¿Tendrán nómina?

Más de 4 millones de españoles buscan su dinero porque para ellos no hay ya milagro mensual. ¿Dónde está? ¡¡¡Show me the money!!!

viernes, 24 de abril de 2009

Vivir-lo para contar-lo

Desde hace unos meses, en los partidos de tenis retransmitidos por TVE, es Tomás Carbonell quien acompaña como comentarista a Nacho Calvo. Corretja ya lo hacía muy bien, pero Carbonell lo borda. Siempre encuentra el tono y el registro adecuado, moviéndose con precisión entre la información más técnica apta para expertos y la explicación clarita y concisa para el público general.

Foto: Andrés Gimeno (comentarista en tve durante casi 20 años) en un partido de 1967

Ahora bien, lo que marca realmente la diferencia entre él y Calvo (igual que también ocurría con Corretja) es que ÉL HA ESTADO AHÍ. Ha jugado a tenis como profesional. Sabe lo que pasa por la cabeza del jugador en cada situación, en cada punto. Sabe qué ha hecho bien para rematar esa pelota con efecto o qué hecho mal para que se le haya ido fuera por un dedo ese revés paralelo. Lee el movimiento de cada músculo, oye cada latido del corazón, comprende cada centímetro cuadrado de la pista. Porque él mismo ha pasado por todo eso. No, no lo ha visto en la tele o lo ha leido en un libro. Lo ha sudado, lo ha respirado, lo ha metabolizado. Lo tiene incorporado a su organismo porque lo ha VIVIDO.

Y hay algo más. No se trata sólo de su conocimiento, sino también de su actitud. Respeto, admiración y comprensión por encima de todo. Ésas son las bases sobre las que opera Carbonell y ése es el tono que sobrevuela cada una de sus aportaciones. Porque sabe qué difícil puede llegar a ser.

Cuando pensamos en ello, nos parece lógica la decisión de tve de que la pareja de comentaristas la formen un profesional de la comunicación y un profesional del tenis. Sabemos lo que éste nos aporta y entendemos que un partido comentado por alguien que nunca hubiera cogido una raqueta no tendría sentido.

¿Qué pensaríamos si nos dijeran que hay más comentaristas que pueden vivir del tenis que tenistas? ¿Qué pensaríamos si nos dijeran que el 90% de los comentaristas nunca han restado un saque o han fallado una volea?

No hace falta que hablemos del cine, ¿no?

jueves, 23 de abril de 2009

Él (casi nunca se reía)

Conversación capturada en la cafetería de la estación de autobuses de Lerma:

- Mira, ¡ se acabó!... no quiero volver a oir nada sobre el tema, vale? Me pongo enferma cuando empiezas con eso. Sólo tiene 3 añitos, por Dios...!

- Ya, mamá...y qué quieres que le haga. Si no puedo contarte a tí cómo me siento a quién se lo voy a contar.

- Shhh, baja el tono.

- Se me hincharon los pies, me salieron estrías y se me fastidiaron los dientes...y el parto...17 horas de contracciones... Todo por él. Y ya sabes lo que le quería cuando nació.

- Bueno, pues así lo tienes que seguir queriendo siempre...si es un ángel, míralo.

-Ya sé que lo tengo que querer, mamá...pero no puedo, no puedo. Y me siento fatal, no duermo por la noche pensando en lo mal que lo voy a pasar cuando vaya a despertarlo por la mañana.

- ...

- Cuando lo dejo en la guardería me quedo tranquila porque no lo voy a tener que ver en 8 horas...ése es el único momento del día en que me relajo un poco. ¿Tú crees que se puede vivir así? ¿Tú cómo crees que me siento?

- ¿Quieres hablar un poco más bajo, por favor?

- Cuando veo a todas las madres allí con...y lo peor es que creo que él se da cuenta.

- ¿Se da cuenta de qué?

- De que no le quiero.

- ¡¡¡Quieres hacer el favor de dejar de decir eso!!! A ver, ¿de qué se da cuenta? ¿Qué hace?

- Mira mucho a las otras madres. Y últimamente le hace más caso a la madre de Pablo que a mí.

- Ay Dios mío, pobre niño.

- Y pobre yo también, ¿no?

- O sea que tú no le quieres, pero quieres que él...¿Ves? Ya has conseguido que empiece a hablar como tú. Vamos a ver, ¿desde cuándo te pasa? Porque en verano estabas tan normal con él.

- La primera vez fue una mañana antes de salir para la guarde. Le estaba poniendo el abrigo y diciéndole que tenía que tener cuidado con no mancharse. Me miró a los ojos y me puso la misma cara que

- Sí, tiene sus ojos, eso está claro. Pero no por eso es como él.

- No son sólo los ojos, mamá. Es cómo me mira. Y la risa. ¿Te acuerdas de cómo se reía él? Pues Guille hace el mismo ruidito con la garganta. Y el pelo, nadie en el mundo tiene ese pelo, con esos rizos. Y lo peor es que cada vez va a ir pareciéndosele más.

- Hija mía, no puedes seguir así. No puedes dejar que siga arruinándote la vida después de muerto.

- Ya lo sé mamá.

- Venga, tranquila...Hace poco vi en el programa ese de antes del telediario que algunos padres de gemelos, para ayudar a que cada hijo tuviera su ¿cómo se dice? identidad, les ponían...

- ¡Yo también lo ví! Los trucos de las gafas y el peinado y la ropa y todo eso, ¿no?

- ¿Crees que a tí te ayudaría?

- Pero Guille no necesita gafas, mamá.

- Eso no importa. La necesidad se la puedes crear tú. Un poco de miopía a cambio del amor de su madre. Sale ganando, el crío. Unos ojos con gafas son completamente distintos. Y la mirada cambia.

- Me gustaría cambiarle el pelo también. ¡Y teñírselo!

- Eso va a ser más trabajo, pero me parece bien. Con la risa sí que no podemos hacer nada...

- Podré vivir con eso. De todas formas él casi nunca se reía.

viernes, 17 de abril de 2009

De locos

Loquillo entrevistado por Igor López para "Metrópoli":

"Yo soy un artista independiente, porque he tenido que hipotecar mi casa tres veces para poder pagarme el siguiente proyecto. Me da mucha envidia la gente del cine, a los que les dan 100 kilos para hacer una película. pero para el rock'n'roll nunca hay pasta..."

La gente del cine debe de ser una tribu oculta en algún macizo montañoso de algún remoto país, porque en este mundo, en mi mundo, no existen. ¡¡¡Les dan 100 kilos!!! ¡¡¡Para hacer una película!!! (a Loquillo sólo le faltaba decir una puta película... o una puta película española, que es peor...)

Viva la información contrastada, viva el conocimiento de causa.

Bigmouth strikes again.

jueves, 16 de abril de 2009

¿Qué está pasando ahí?

La película de la semana:

Título: "Quiero ser como Merkel" ("Kick it like Merkel")

Actriz protagónista: Esperanza Aguirre, en el papel de "La Espe".

Actor principal: Malo Blando aka Pepe Blanco, en el papel del "Infante conquistado".

Actores secundarios: Rajoy, Gallardón y Zapatero, como los mariachis autores de los corridos "noslaestámetiendoynosduele" y "perojoderjoderquecoñopodemoshacer".


Guión- estructura:

1.- Lanzarse a la conquista/seducción/violación del Infante, que no podrá negarse porque ahora, qué ilu mamá verás qué bien lo hago, es un hombre que tiene que estar ahí para todos los españoles. La Espe lo ha visto con la piruleta y los pantaloncitos cortos y ha ido a por su yugular. El niño, todavía encantado de que una mujer (¡una mujer!) le haga caso.

2.- Usurpar a Gallardón su condición de moderado oficial, de héroe para todos los públicos. Que vea que ella sabe que ese aura de sentido común y bonhomía tan de una pieza no era difícil de conseguir: alguna palabra lisonjera dedicada al PSOE, un par de garabatos al margen de los renglones dibujados por el aparato del partido y voilá, salvadora de la dignidad política global habemus.

3.- Conseguir que se hable del "affair Blanco" es conseguir que no se hable de otros charcos y otras montoneras.

4.- Ahondar la brecha con Rajoy utilizando un arma que éste nunca le puede echar en cara, velar por los intereses de los ciudadanos de la Comunidad que preside. Atacar sin atacar.

5.- Desencadenar un proceso de polarización dentro del partido, en el que sólo caben 2 polos. Norte-sur, positivo-negativo. Ergo, eliminación de Gallardón como polo, por inoperancia.

6.- Ganarse a los madrileños de cara a las elecciones autonómicas, que no serán en realidad más que un prólogo de las generales. Ser candidata, copar carteles electorales y debates televisados y arrasar en las urnas, dejando claro a su partido lo absurdo que sería no contar con una ganadora como ella para optar por un perdedor de elecciones como Rajoy.


Qué lista es esta mujer.

miércoles, 15 de abril de 2009

El hombre impermeable

Mi padre conducía y yo lo acompañaba en el asiento del copiloto. Era lunes, una mañana plomiza, apagada y estática, muy vasca. Íbamos de camino a Irún para hacer algunos recados, pequeñas pero emocionantes misiones como comprar (por fin!) la bombilla para la campana de humos o pasarnos por esa ferretería en la que venden todavía el estándar antiguo de junta para el bote sifónico del baño. Encarar todas las desagradecidas proezas que nos exige la perra vida, ESO es hacerse hombre.

En la radio sonaba una tertulia en la que hablaban de recetas caseras para mitigar la sudoración de las manos, un colchón sonoro ideal para que yo fuera rumiando mis naderías y mi padre atento a la carretera, siempre atento a la carretera. Todo seguía el curso de un guión escrito con plantilla.

Entonces arrancaron los primeros acordes de "Losing my religion" y mi mano derecha empezó a seguir el ritmo instintivamente. La canción está ya muy gastada para mí, pero eso no quita para que, si la tertulia acaparaba hasta ese momento pongamos un 7% de mi atención, la música reconquistara sin problemas hasta el 50 ó 60% de mi territorio. Miré a mi padre para intentar captar alguna reacción en él, pero ningún músculo se movía, ningún sonido salía de su boca o nariz - ¿es de ahí de donde sale el sonido cuando canturreamos con la boca cerrada? -, ningún dedo se movía sobre el volante. Cero. Impermeabilidad absoluta. Me miró al sentir mis ojos sobre su perfil, así que deseché la posibilidad de que hubiera sido secuestrado por pensamientos remotos.

Hice cálculos. Esa canción apareció hace 18 años. En mi casa hemos tenido el "Out of time" desde que se publicó, de hecho lo hemos tenido en casette y en CD. Yo he grabado por lo menos 5 cintas de "Varios" con esa canción. Teniendo en cuenta los viajes en coche en los que los hijos siempre hemos impuesto nuestra dictadura musical, la altísima rotación de la canción en la radio y lo mucho que ha podido sonar el CD en casa, llegué al resultado de que mi padre había tenido que escuchar "Losing my religion" ¡no menos de 300 veces!!!!.

Había que añadir además el agravante de que muchas de esas escuchas fueron acompañadas del cántico emocionado de alguno de sus hijos, lo que amplificaría en teoría el impacto emocional y la capacidad de anclaje en algún rincón de su cerebro.

No me quedó más remedio que preguntar:

- ¿Conoces esta canción?

- Hmmm... me suena, sí.

- ¿Sabes de qué grupo es?

- ...

- REM, se llaman.

- Ah, sí...

¡¡300 veces!!! ¡¡¡¡"Le suena"!!!!

Me pregunto si hacerse hombre es no sólo ser capaz de emplear tu tiempo libre en encontrar la junta adecuada para ese grifo que gotea, sino también empezar a ignorar ciertos estímulos, a obviar cosas que hasta entonces has considerado importantes y que poco a poco ves como triviales o pasajeras.

Mi padre tenía 43 años cuando apareció "Losing my religion". Un hombre joven, pero ya impermeable.



miércoles, 8 de abril de 2009

La pajarita de forjados


Más de dos meses después de haber terminado el rodaje de "Forjados", aún hay días en que no estoy seguro de haber acertado con una de las decisiones más polémicas que tuve que tomar, la de vestir con pajarita al personaje de Ortega.

Revisando la semana pasada "Primera plana", la última gran película del gran Billy Wilder, caí en la cuenta de que en mi opción de vestuario quizás se escondía un homenaje inconsciente a los personajes de Lemmon y Matthau. Una aspiración subterránea, un anhelo subliminal, una pretensión delirante: que mis personajes tuvieran algún resto de la grandeza y la potencia de aquellos.



Cuando lo descubrí me lo tomé como una señal. Algo intrínsecamente bueno hay en esa pajarita, pero no sé lo que es.

Un saludo desde aquí para Antonio Rupérez y Maxi Rodriguez, mis Lemmon y Matthau particulares. La foto de rodaje es cortesía de nuestra todoterreno Harritxu Troitiño.

martes, 7 de abril de 2009

El monstruo del cine de la calle Fuencarral



Un amigo solía contar cómo en los años en los que Michael Laudrup era Dios ocurría un fenómeno muy curioso en las visitas del Barca a San Mamés. Cada vez que cogía la pelota cerca del área del Athletic, un extraño ronroneo se extendía por toda la grada. Un rumor tejido de miles de terrores individuales, miles de "joder, joder", "ayayay" y "cuidado" que iba creciendo y realimentándose segundo a segundo, de tal forma que funcionaba como amplificador involuntario del pánico que provocaba Laudrup en la defensa bilbaína. Los jugadores oían el runrún de su Catedral, 40000 almas encogidas, murmurando y sufriendo como un único ser y sus piernas temblaban. Más aún. Y es que ese hombre era un terrorista, un guerrero kamikaze armado de granadas y molotovs dispuesto a aniquilar a los defensas, los enemigos del fútbol.

Ayer fuimos al cine a ver "La casa de mi padre" de Gorka Merchán y me acordé de Laudrup. En pantalla se veían también cócteles y terroristas y en la platea nació un ser múltiple y complejo, un monstruo pseudohumano como el de San Mamés. Lo interesante fue el hecho de ver esa película sobre el conflicto vasco, hecha por vascos, en un cine del centro de Madrid en el día del jubilado (entradas a 1€), cuando la media de edad del público supera los 65 años. El monstruo reaccionaba en los pasajes más previsibles, pero a veces también en los más insospechados. Y su aliento y su respiración cambiaban la película, igual que el ronroneo de la Catedral cambiaba el juego de los defensas del Athletic. Se le podía oir tragar saliva, carraspear, agitarse en el asiento, jurar entre dientes, rumiar odios, filias y fobias.

El monstruo que nació ayer en ese patio de butacas de la calle Fuencarral no se parecía probablemente nada al que pudo aparecer durante el estreno de la película en el Festival de San Sebastián. ¿Cuál es el que le tiene que importar al director? ¿Todos lo que puedan aparecer? ¿Ninguno?

P.S.1: Cuando abrí este blog uno de los pocos mandamientos que me impuse fue el de no hacer nunca crítica de cine, pero voy a cometer un pequeño pecado. "La casa de mi padre" es una primera película con algunos defectos formales, mucho trazo grueso en algunos dibujos y cierta querencia por el topicazo. Aún así, algo bueno y honesto emana de ella. Para los que hemos mamado esos odios, esos silencios y esos miedos desde críos, nos ofrece 3 ó 4 momentos que valen una película. Y que se perciben como más ciertos y menos caricaturescos cuando se ven desde una distancia de 400 kilómetros.

P.S.2: ¿Cómo se pueden gastar 1 ó 2 millones de euros en la producción de una peli para luego no poder afinar un poco más en el título? Se me ocurren pocos títulos más sosos, más vagos, menos atractivos. La-casa-de-mi-padre. 5 palabras vacías, lisas y llanas como el revés de una lápida. Un título gris como un cielo vasco. Imposible de recordar. Imposible de vender.

viernes, 3 de abril de 2009

El camaleón



Cuando trabajaba en BMW a los modelos en desarrollo se les vestía con un basto traje negro de plástico para sacarlos a la vía pública y someterlos a alguna prueba técnica. Ocultar la espalda, el escote o los muslos de la futura topmodel era prioritario para evitar filtraciones a la prensa y mantener el control y el timing adecuado de la estrategia de marketing. Y es que con la mujer ya desnuda, la expectativa y el deseo dejan de cotizar al alza.

A los 200 años del nacimiento de Darwin la evolución es asumida incluso por las especies no orgánicas, como los coches alemanes. En la foto inferior vemos el camuflaje desarrollado por un BMW para afrontar con garantías las pruebas técnicas en paisajes nevados, a salvo de depredadores - periodistas.



¿Admirable o absurdo? Todavía no lo tengo claro.

jueves, 2 de abril de 2009

Embajadas


Volvíamos este domingo en tren desde Irún, en uno de esos asientos de 4 plazas en los que te ves atrapado durante más de 5 horas - ¡5 horas! - en una intimidad agresivamente frontal con dos completos desconocidos. Una ventaja de viajar en pareja es que la persona que llevas al lado es la que tú has elegido, así que no caben sorpresas en forma de malos olores, ronquidos o conversaciones indeseadas. La disposición a 4 de algunos trenes aniquila esa ventaja y te coloca a metro y medio de dos cuerpos extraños cuyo potencial para arruinarte el viaje es infinito.

También es verdad que esa situación puede ser más llevadera con absolutos desconocidos, con los que no tienes por qué interactuar, que con un conocido o incluso un amigo. Y es que la palabra amigo debe de ser de las más imprecisas del castellano porque incluye departamentos muy distintos dentro del organigrama emocional de cada uno. Todos tenemos claro que entre nuestros amigos hay muchos con los que nunca haríamos ciertas cosas a solas, como dar un paseo, ir a cenar o hacer un viaje en tren.

El domingo nos tocó una pareja francesa de mediana edad. Agradables y discretos, a los 10 minutos nos habíamos acostumbrado ya a su presencia y para la mitad del trayecto los sentíamos como nuestros, integrantes del equipo 1ABCD, haciendo piña contra el resto del vagón. Ni siquiera el que soltaran algo en francés de vez en cuando rompía la ilusión de que formábamos una pequeña familia bien avenida. Hasta que sacaron su periódico.

Cuando vives en el extranjero los periódicos españoles se convierten en embajadas sentimentales. No es una sensación vinculada al idioma, sino a pequeños apuntes de rutina nacional que has mamado desde crío: el formato y la disposición de los autodefinidos, la programación de la tele, la sección de deportes, las viñetas humorísticas. Más de una vez durante mis años en Alemania me sorprendí ojeando con cariño las páginas del ABC o del Gara, inimaginables lecturas estando en España pero que pasaban a tener un aura casi maternal en el exilio.

Los franceses del tren recurrieron a su embajada sentimental y el espíritu del equipo 1ABCD se disolvió como un azucarillo. En ese periódico los colores estaban descolocados, los pasatiempos eran obtusos y la programación de la tele se camuflaba en el suplemento central. Otra galaxia. Desde ese momento viajamos hasta Madrid con dos extraterrestres.

También ocurre a nivel doméstico. Tu periódico habitual construye tu rutina íntima, como las zapatillas de casa o el cepillo de dientes. Leer un periódico distinto es como secarse con la toalla de otro o freir un huevo en una sartén que no es tuya. Algo no encaja, sólo es una toalla, sólo es una sartén, pero...

Embajadas de uno mismo.

miércoles, 1 de abril de 2009

Hablar para pensar


Me decía una vez un amigo, metido hasta las trancas en la centrifugadora de mierda de la actividad política nacional, que uno de los gremios que más respeto le inspiraba era el de los escritores. Se ve que una vez tuvo que encerrarse en una habitación del parlamento armado de un bolígrafo y una hoja en blanco y con la obligación de salir de allí con un borrador de propuesta de estrategia de búsqueda de planteamientos - qué más da lo que fuera.

Mi amigo nunca antes había padecido el hedor de la angustia y el bloqueo, el vacío y el vértigo que llegan desfilando marcialmente por la raya a un lado y atraviesan el cuero cabelludo para montar su campamento base en algún rincón del hipotálamo. Al final salió del aprieto cocinando un refrito a partir de unos folletos de la campaña anterior que encontró por casualidad en el bolsillo de su abrigo. Desde entonces admiraba a los que tenían no sólo que enfrentarse a esa tortura sino hacer de ella su pan de cada día. Convertir una hoja en blanco en alimento y necesidades básicas cubiertas cada mes, eso sí es un milagro. Olé, me decía.

Yo le comenté que, aunque él no lo hubiera hecho, tenía que haber gente en su partido que sí lo hiciera. Me respondió que no le sonaba haber visto nunca a ningún compañero sentado frente a una hoja, pensando y escribiendo. Más asustado que incrédulo, le convencí para volver a vernos dos semanas más tarde, encomendándole la tarea de fijarse bien en lo que ocurría en escaños, pasillos y salas anexas.

Cuando nos vimos de nuevo, me faltó tiempo para preguntarle.

- Lo siento, no he visto a nadie haciendo lo que me dijiste. Te juro que he mirado con lupa a la gente de mi partido y, cuando he podido, a la de los otros partidos. He estado incluso preguntando por ahí. Y nada. Nadie ha visto nunca a un compañero haciendo algo parecido.

- Joder.

- No es tan grave, Asier, piensa que no todos tenemos los mismos métodos. El escritor piensa escribiendo. O sea, escribe para pensar, ¿no? Los políticos piensan hablando. Hablan para pensar. Sea en congresos, mítines, cenas de partido o despedidas de soltero. Un político hablando es un político pensando, créeme. Ten fe.

Esa noche tuve un sueño. Yo estaba en una de las aulas del colegio de los agustinos, caminando en círculos alrededor de un pupitre solitario. Sentado ante él, Solbes cogía un bic azul con la capucha mordisqueada y escribía en la parte de arriba de una hoja en blanco, en mayúsculas, "Medidas efectivas" y subrayaba hasta casi atravesar el papel la palabra "efectivas". Entonces se llevaba el bolígrafo a la boca y miraba al techo, mientras su pierna derecha se agitaba contra la pata del pupitre nerviosa y rítmica. De vez en cuando parecía ver algo asomando por una rendija del tubo florescente o entre las sombras del gotelé de la pared y eso le llevaba a desencapuchar su bic y escribir un par de líneas ansiosas. Cada vez que ocurría, una absurda sensación de bienestar me embargaba.

Cuando después de cumplido el tiempo me acercaba a él para recogerle la hoja (se ve que mi papel en el sueño era el de profe bueno) descubría con horror que la hoja estaba en blanco, mientras Solbes me miraba con cara de circunstancias y me hacía ver que el bic había desaparecido de entre sus manos. Me desperté sudando, claro.

El lunes vi a Rajoy en el programa de la 1 y allí apareció el bolígrafo, así que deduje que había conseguido colarse en mi sueño para arruinar el examen de Solbes. Eso sí, como buen político, él no necesitaba escribir para pensar. Hablaba y hablaba, y así iba afinando su discurso y su sistema.

Parece claro que una hoja en blanco no es necesaria. Lo que sí es imprescindible es el bic.