jueves, 4 de junio de 2009

Destilación emocional

Pocas cosas purifican más que perder un móvil. Un pequeño drama personal si el modelo era de última generación o si en sus tripas se conservaba aún aquel mensaje que releías todas las noches del último mes. Pero también una ocasión única para airear el viciado espacio de tus círculos sociales, atacar el sótano de tus emociones. Como cuando te decidiste a subir al desván para librarte de los discos de Mocedades, las cintas VHS donde grabaste el All Star del 89, los dvs de la colección de cine de acción que sacó "época", todavía envueltas en sus plásticos, o la ampliadora de 7 toneladas de tu soñado laboratorio de fotografía, tan casero que se quedó en rastrero.

De los 234 contactos que constaban hasta hace dos semanas en la agenda de mi móvil, he pasado a 77. ¿Y los 157 que faltan? Por lo visto no los necesitaba porque no los echo de menos. Algunos de ellos sí volverán de forma natural a mi agenda, pero otros muchos se habrán ido para siempre. No sólo de mi móvil, sino de mi vida. Cumplieron una función puntual y ahora tienen que desaparecer. Gracias por los servicios prestados. Hasta nunca.

miércoles, 3 de junio de 2009

El mundo en blanco

Acabo de empezar a escribir mi primer guión de largometraje chispas y me ha faltado tiempo para darme de bruces con la madre del cordero.

El escritor o el guionista puro tienen como misión rellenar un espacio perfectamente delimitado, 210 milímetros de lado a lado, 297 de arriba abajo. Podrán ser 87 ó 95 ó 753 páginas de ese tamaño, pero no deja de ser un producto medible, pesable, tasable. Completo. Cuando esas letras que forman palabras que forman secuencias hayan dejado de aparecer después del punto final, el trabajo estará terminado. Mejor o peor, pero terminado.

Ahí el obstáculo a vencer es una hoja en blanco. En mi caso, la sensación que tengo es que la hoja en blanco no es nada. No es mi enemigo porque derrotarla no me supone victoria alguna. Puedo hacer virguerías sobre todas ellas, desde la primera a la última hoja, y aún estaré muy lejos de poder dar por terminado mi trabajo. El punto final no lo podré poner hasta que el último fotograma salga procesado de la máquina de etalonaje.

Y es que mi enemigo es un mundo en blanco. Todos los elementos de mi película tienen que ser creados, conjurados. No basta con describirlos como en la literatura, sino que tienen que existir, el espectador los tiene que ver, no sólo imaginar. Los personajes, el universo en que viven, las leyes que los rigen y las relaciones que se establecen entre ellos. Lo que no aporta el receptor lo tengo que poner yo.

La voluntad de estilo, de la que se habla como síntoma de ego superlativo o de ínfulas autorales, puede que no sea más que una utilísima herramienta para enfrentarse a ese mundo en blanco. El vacío absoluto al que te enfrentas cuando no dispones de él, deja de ser infinito y terrorífico cuando tu estilo empieza a delimitar las zonas en las que te vas a mover. Tu inclinación por ciertas líneas argumentales. Tu forma de planificar las secuencias. Esas normas tan concretas en el uso de la música extradiegética. Ese empeño en el "no acting". Cuanto más inflexible y preciso seas en la construcción de tu estilo, mejor. Porque ese mundo en blanco dejará de ser tal. El vacío tendrá zonas en las que podrás hacer pie.

El estilo no es más que un dogma y hace lo que todos los dogmas: hace la vida más fácil. Simplifica. Y por eso, empobrece. Está bien que haya creadores de estilo inmutable y reconocible, pero puede ser más importante contar con valientes que se lancen al vacío en cada película.

En cualquier caso, ¿cuál es la madre del cordero de la que hablaba al principio? Precisamente preocuparme por estas cuestiones. Lo que me gustaría es saber manejar las diferentes personalidades que anidan en mí y que ahora fuera el "Asier guionista" el que hiciera el trabajo. Y que su objetivo final no fuera una película sino un guión a secas. Letras, palabras y secuencias escritas en hojas de papel. A partir de ahí, lo ideal sería matar al guionista y dejar que el "Asier director" asumiera el mando.

Veremos.

viernes, 29 de mayo de 2009

La física del cine


Mira la pelota. Mira la pelota. Mira la pelota. !Mira la peloooooota, coño!!!!

Probablemente la orden/consejo/advertencia más repetida por todos los entrenadores de fútbol o monitores de tenis que he conocido.

La pelota es una esfera perfecta. El cuerpo geométrico más noble, el único que no tiene aristas ni vértices. Obedece dócil a las leyes de la física clásica para desesperación de la teoría del caos, que no encuentra el mínimo resquicio para hacer el mal. La pelota siempre reaccionará de la misma forma ante estímulos iguales. No lleva jamás una segunda intención ni esconde un comportamiento inesperado. Puede venir con más o menos potencia, más o menos efecto, siempre hará lo que la física le ordena y gracias a eso tú podrás preparar tu golpe o tu control de balón en consecuencia.

Si consigues interiorizar esa visión, si la pelota es un amigo dócil que sabes que hará lo que le digas, entonces empezarás a tener el control. La miras bien y ya está. Parece fácil, pero los jugadores mediocres solemos olvidar esa regla básica y cuando vemos venir la pelota a veces parece que vemos venir un murciélago apuntándonos con una ametralladora o un cerdo en bikini cantándonos una canción de cuna rusa. Algo impredecible e inesperado. Y por eso, hostil.

Los grandes jugadores nacen con esa certeza y esa clarividencia. Una pelota es una pelota y ellos la controlarán y la dominarán como las leyes de la mecánica predicen. Zidane o Federer han nacido con el don y nunca habrán tenido la necesidad de plantearse esta cuestión.

Los mejores directores/guionistas son en eso como los cracks del fútbol o del tenis. Para ellos el receptor es una simple esfera que no tiene secretos. Saben cómo va a reaccionar a cada estímulo, lo que necesita sentir, pensar o temer en cada momento. Saben cómo golpearlo y cómo controlarlo. Lo manejan a su antojo, lo golpean hasta ponerlo en la línea o lo bloquean sin problemas cuando viene cargado de efecto.

Una vez yo también conseguí que el receptor fuera para mí como un balón. Pero era de rugby y se empeñaba en no obedecer a la física sino a la teoría del caos.

Estuve cerca. No pierdo la esperanza.

martes, 26 de mayo de 2009

La certeza alemana

Son muchas las expresiones malvadas que delatan al que intenta comunicarse en un idioma extranjero, siendo las que martirizan a los miembros de un mismo país casi siempre las mismas, compartiendo como comparten un esquema mental y un determinado proceso de formación de las ideas condicionado por la lengua madre.

A los españoles se nos hace muy cuesta arriba, por ejemplo, el uso correcto de los diferentes determinantes posesivos del alemán. Donde nosotros sólo disponemos del "su", sea el sujeto poseedor masculino o femenino, ellos tienen el "sein" o el "ihr". Los ingleses las pasan putas con el "ser" y el "estar" españoles y es difícil hacerles entender que del puro e inofensivo "to be" haya que extraer matices tan peligrosos como ése que te asalta cuando le dices a una chica "estás guapa" o "eres guapa". Si no dominas el matiz, te domina él.

Para cerrar el círculo, los alemanes tampoco se libran de las trampas del lenguaje y uno de sus caballos de batalla es la distinción entre el "if" y el "when" ingleses. Y es que en alemán el "wenn" lo pueden utilizar tanto para la posibilidad como para la certeza, con lo que muchas veces parecen dar por seguros hechos que no lo son en absoluto. "If you love me" está claramente un escalón por debajo de "when you love me", pero un alemán tiende a utilizar sólamente esta segunda versión por el parecido entre el "when" inglés y su "wenn". La certeza alemana, tan positiva cuando de lo que hablamos es de amor.

En una entrevista publicada el 18 de mayo a Rodolfo Ares, flamante nuevo consejero de Interior del Gobierno Vasco, leí algo que me hizo recordar a los alemanes. A la pregunta de si estaba preparado para el primer muerto, Ares respondía:

"Nunca se está preparado para un asesinato, aunque uno haya sufrido ya el asesinato de muchos amigos. Lo pasaré mal cuando ocurra. El mejor homenaje...".

"Lo pasaré mal cuando ocurra."

Lo primero que se me ocurrió fue que Ares quería en realidad decir "Lo pasaré mal si ocurre" y que un imprevisto gen alemanoide camuflado en él le había impedido utilizar la partícula adecuada, ésa que habla tan sólo de una posibilidad. La certeza alemana, tan devastadora cuando de lo que hablamos es de muerte.

Pero no. Ares no tiene genes alemanes. Nació en Orense, uno de esos pequeños triunfos de la nueva era abierta en Euskadi y su expresión no era el resultado de un problema lingüístico.

Era la expresión de un país fatalmente familiarizado con el horror.

viernes, 8 de mayo de 2009

Los muertos comunes

La lista de los muertos comunes es uno de los muchos registros, llevados de forma más o menos consciente, que van dando contenido, rugosidad, color y olor a esa albondiguilla que es la vida común de una pareja, tan plana, tan vacía, insípida e inolora cuando la relación nace.

Una contabilidad emocional que contempla asientos tan diversos como las películas o los conciertos que habéis visto, los pisos en que habéis vivido, con todos esos cuartos de baño y esas camas y esos sofás que nunca acaban de resultar tan cómodos como los imaginasteis, los sucesivos cambios de gobierno nacional, regional o municipal que habéis padecido o las catástrofes y las guerras de las que habéis sido testigos inoperantes.

Las nuevas aficiones que pronto serán viejas y sustiuidas por otras. Los países que habéis ido conociendo juntos. Los nuevos sobrinos, los nuevos tíos segundos, cuñados, concuñados, amigos y enemigos. Todos estos registros suponen una ganancia. Van en la columna del HABER gracias a lo que tienen de aprendizaje y de experiencia compartida. En este aspecto incluso las guerras, los tsunamis y los katrinas son parte de las ganancias.

El registro de los muertos comunes es el único que claramente parece engrosar la lista del DEBE. Porque es una pérdida objetiva, indiscutible e irreversible. Una persona que estaba en vuestras vidas y enriquecía vuestra albondiguilla, deja de estarlo para siempre. Un pequeño hueco que nunca volverá a llenarse. Una burbuja rellena de nada.

La lista de nuestros muertos comunes constaba de un sólo nombre hasta que el pasado 19 de Abril se añadió uno nuevo, doblando el tamaño de esa columna del DEBE. Son ahora 2 nombres en casi 9 años. Desde luego no podemos quejarnos del estado de nuestras finanzas emocionales, un muerto cada 4 años y medio es un ratio que cualquiera firmaría con los ojos cerrados.

Pero sabemos que es una estadística engañosa y que pronto el tamaño de esa columna empezará a crecer a un ritmo muy distinto, hasta que quizás llegue un día en que tengamos la sensación de estar apuntando muchos más asientos en esa columna que en la otra. Un día en que nuestra vida, nuestro albondiguilla, parezca estar repleta de burbujas rellenas de nada.

jueves, 7 de mayo de 2009

¿Quién necesita el cine?

Partidos como el de ayer entre el Chelsea y el Barca hacen que le entren a uno ganas de abandonar el cine como oficio.

Si el objetivo del emisor, en cualquier forma más o menos artística de expresión, es producir determinadas sensaciones en el receptor, sensaciones que pueden tener un tinte intelectual (un trasfondo filosófico, sociológico o cultural, una ética, una estética) o más visceral (miedo, emoción, empatía) lo de ayer en Stamford Bridge se revela como un prototipo, un modelo de narración insuperable. Es el ideal que tenemos que perseguir pero que nunca alcanzaremos partiendo de ingredientes como una trama prediseñada o unos personajes que sólo pueden aspirar a ser personas.

7 hombres en guerra

Las mejores películas saben encontrar el camino para acercarse mucho, para remover al espectador y tocar en él una o dos de las teclas adecuadas con intensidad y precisión. "Tiburón", "Pulp Fiction", "Ordet", "Al final de la escapada" o "El apartamento" son capaces de dar en la diana del terror, el humor, la joie de vivre, el existencialismo, el romance o el corazón postmoderno. Una o dos teclas, hablando de películas que son como pequeños milagros del cine.

Ayer, entre las 20:45 y las 22:34, ví como a miles de personas se les tocaba en absolutamente todas las teclas de su humanidad. Ví placer estético, ví horror, angustia, vergüenza, orgullo, ansiedad, pánico, enfado, incredulidad, sorpresa, amor, dolor, amistad, indignación, belleza. Todo culminado por un orgasmo en forma de gol, que fue sutil y letal, bello y terrorífico, cielo e infierno.

Sudor. Sangre. Lágrimas y flemas, orina y semen. Dinero, sexo, gloria, guerra y arte. Cristo y Anticristo. Todo estaba ahí.

¿Con qué valor me enfrento yo ahora a mi inofensivo guioncito? ¿Para queeeeeeeeé?

miércoles, 6 de mayo de 2009

Menos mal que no son vascos

Un amigo me dijo la semana pasada que me recomendaba cambiar el color de fondo del blog, que lo pusiera blanco en lugar de negro. Para mí esa elección se basa en un equilibrio entre dos fuerzas, la legibilidad y la estética, y yo le expliqué que prefería sacrificar un poco de lo primero para ganar en lo segundo. Él se rió de mí al aclararme que su consejo no tenía nada que ver con esas dos fuerzas (esto lo dijo con cierto retintín), sino por otra razón, también muy concreta. Así me la expuso:

Cuando estás trabajando en una oficina y te pones a navegar por internet, abandonando por tanto temporalmente sus obligaciones contractuales, intentas meterte en páginas que no sean demasiado llamativas o que, en caso de que un superior o un compañero indeseable tengan acceso visual a tu pantalla, puedan parecer documentos de trabajo o al menos información relacionado con tus tareas. No existen páginas útiles o necesarias para un profesional serio que tengan un fondo negro, rojo o verde. El blanco es aséptico, pasa desapercibido, no te delata. Por eso sueles evitar pinchar en las páginas que sabes que te pueden poner en evidencia.

Me pareció una razón de mucho peso, pero también me hizo pensar en lo extrañas que son las motivaciones que llevan a la gente a hacer una cosa u otra. A que tu madre vaya a ver esa película francesa sobre un coro infantil en lugar de la española que le recomendaste no menos de diecisiete veces o a que esa chica se enamore del mamarracho de la tienda de discos en lugar de hacerlo de tí. Quizás es que eres un fondo de pantalla azul y ni siquiera lo sabes.

Y es que detrás de las acciones más trascendentales pueden esconderse las razones más peregrinas.

El sábado pasado estaba viendo ese homenaje al fútbol que llevaron a cabo en el Bernabeu un grupo de chavales de veintipocos vestidos de azul y rojo. Casi al final del partido, cuando ya habíamos visto los 8 goles, un amigo que estaba a mi lado me dijo: "Menos mal que no son vascos". Yo no entendía, "¿quiénes, los del Barca?". "Sí", me dijo, y me miró como diciéndome "ya sabes por qué lo digo y si no lo sabes eres tonto". Ante una mirada como ésa lo único que puedes hacer es poner cara de estar de vuelta y dejar para tu intimidad el penoso proceso de intentar encontrar ese significado oculto que antes ni has olido.

"Menos mal que no son vascos", me repetía cuando me quedé solo. Qué raro, pero si él es vasco, por qué no iba a querer que...Como no acababa de ver la luz encarando el problema de esa forma, decidí darle la vuelta. Así que pensé: "El equipo que acaba de dignificar el fútbol y ha humillado al club más grande de la historia es vasco". Entonces ocurrió. Lo ví, ví el monstruo de 7 cabezas que mi amigo había contemplado. Y daba mucho miedo, es verdad.

Menos mal que Xavi, Iniesta, Pujol o Piqué no son vascos. Menos mal que Nadal no es vasco. Menos mal que Fernando Alonso no es vasco. Menos mal que Pedrosa y Lorenzo no son vascos. Menos mal que Ferrán Adriá no es vasco. Menos mal que Calatrava no es vasco. Menos mal que Almodóvar, Amenábar, Balagueró o Penélope Cruz no son vascos.

Menos mal que los equipos de fútbol vascos llevan años arrastrándose por los campos de 1ª y 2ª división. Menos mal que los años dorados del equipo ciclista euskaltel pasaron a la historia. Menos mal que parece que Medem nunca ganará un Oscar y que la BBK nunca será la caja más potente del país.


Lo de Nadal es especialmente reconfortante. No quiero ni imaginar lo que podría estar pasando en el País Vasco en estos meses tan decisivos si Nadal fuera vasco. Qué estaría ocurriendo en las cabecitas nacionalistas, las leyendas de supremacía racial que se podrían estar construyendo en torno a unos cimientos como ésos: el mejor tenista del mundo.

Estoy convencido de que si Nadal hubiera sido vasco, Patxi López no sería hoy lehendakari. Razones peregrinas para hechos trascendentales. La especialidad de los nacionalismos.

miércoles, 29 de abril de 2009

¿Dónde está el dinero?

Si trabajas como empleado para una empresa y por lo tanto tienes asignada una remuneración fija, ésta es una cuestión que jamás llegas a plantearte. El dinero está donde lo necesitas cuando lo necesitas, en tu cuenta bancaria y siempre puntual al final de cada mes. Allí aparece contabilizado un ingreso que tú ni siquiera has tenido que reclamar ni gestionar.

Unos meses te esforzarás más y otros menos, podrás estar más o menos inspirado, tener una actitud activa o pasiva, dócil o contestataria. Mientras te muevas dentro de unos márgenes aceptables, tu rendimiento y tu comportamiento no afectarán a la materialización de ese pequeño milagro mensual. Te lo merezcas o no, el dinero va a APARECER en tu cuenta.

Parte del ingreso generado por la venta de una de vuestras cajas de cambios en Pontevedra, donde tú nunca has estado, por ese agente comercial del que sólo sabes que se apellida Castillo y que fuma negro, ¡ha terminado en tu cuenta! Es extraño pensar que haciendo lo que tú haces, enviando esos mails y preparando esos powerpoints, rellenando esas bases de datos y monitorizando esas listas de chequeo, hayas conseguido una cantidad de dinero tan respetable. Bien por tí.

Cuando dejas de pertenecer a la disciplina de una empresa son muchas las obligaciones que dejan de afectarte, pero muchos también los privilegios a los que renuncias y el mayor de ellos es la nómina a fin de mes. Ya no hay milagro. Ahora sí: ¿Dónde está el dinero? ¿Dónde tienes que buscarlo? ¿Cómo conviertes lo que sabes hacer en dinero? ¿Cómo vendes lo que haces? ¿Quién te lo compra? ¿Quién demonios te lo va a comprar? ¿¿¿Quién, por Dios??? ¿¿¿¿¿Dónde??????

Se hace algo. Y se vende. Fácil para un carpintero, un soldador o un mecánico. Donde no había nada con valor ellos hacen aparecer un armario, una tubería de acero inoxidable o un diferencial de engranaje helicoidal que funciona de nuevo. ¿Pero a tí, quién te va a dar un duro por monitorizar listas de chequeo o rellenar bases de datos?

Sales a la calle. Detrás de las farolas, debajo de las mesas de las terrazas, dentro de los buzones para publicidad de los portales. Miras y remiras, buscas como loco pero el dinero no aparece. Miras a la gente y te preguntas cómo consiguen ellos su dinero. ¿Tendrán nómina?

Más de 4 millones de españoles buscan su dinero porque para ellos no hay ya milagro mensual. ¿Dónde está? ¡¡¡Show me the money!!!

viernes, 24 de abril de 2009

Vivir-lo para contar-lo

Desde hace unos meses, en los partidos de tenis retransmitidos por TVE, es Tomás Carbonell quien acompaña como comentarista a Nacho Calvo. Corretja ya lo hacía muy bien, pero Carbonell lo borda. Siempre encuentra el tono y el registro adecuado, moviéndose con precisión entre la información más técnica apta para expertos y la explicación clarita y concisa para el público general.

Foto: Andrés Gimeno (comentarista en tve durante casi 20 años) en un partido de 1967

Ahora bien, lo que marca realmente la diferencia entre él y Calvo (igual que también ocurría con Corretja) es que ÉL HA ESTADO AHÍ. Ha jugado a tenis como profesional. Sabe lo que pasa por la cabeza del jugador en cada situación, en cada punto. Sabe qué ha hecho bien para rematar esa pelota con efecto o qué hecho mal para que se le haya ido fuera por un dedo ese revés paralelo. Lee el movimiento de cada músculo, oye cada latido del corazón, comprende cada centímetro cuadrado de la pista. Porque él mismo ha pasado por todo eso. No, no lo ha visto en la tele o lo ha leido en un libro. Lo ha sudado, lo ha respirado, lo ha metabolizado. Lo tiene incorporado a su organismo porque lo ha VIVIDO.

Y hay algo más. No se trata sólo de su conocimiento, sino también de su actitud. Respeto, admiración y comprensión por encima de todo. Ésas son las bases sobre las que opera Carbonell y ése es el tono que sobrevuela cada una de sus aportaciones. Porque sabe qué difícil puede llegar a ser.

Cuando pensamos en ello, nos parece lógica la decisión de tve de que la pareja de comentaristas la formen un profesional de la comunicación y un profesional del tenis. Sabemos lo que éste nos aporta y entendemos que un partido comentado por alguien que nunca hubiera cogido una raqueta no tendría sentido.

¿Qué pensaríamos si nos dijeran que hay más comentaristas que pueden vivir del tenis que tenistas? ¿Qué pensaríamos si nos dijeran que el 90% de los comentaristas nunca han restado un saque o han fallado una volea?

No hace falta que hablemos del cine, ¿no?

jueves, 23 de abril de 2009

Él (casi nunca se reía)

Conversación capturada en la cafetería de la estación de autobuses de Lerma:

- Mira, ¡ se acabó!... no quiero volver a oir nada sobre el tema, vale? Me pongo enferma cuando empiezas con eso. Sólo tiene 3 añitos, por Dios...!

- Ya, mamá...y qué quieres que le haga. Si no puedo contarte a tí cómo me siento a quién se lo voy a contar.

- Shhh, baja el tono.

- Se me hincharon los pies, me salieron estrías y se me fastidiaron los dientes...y el parto...17 horas de contracciones... Todo por él. Y ya sabes lo que le quería cuando nació.

- Bueno, pues así lo tienes que seguir queriendo siempre...si es un ángel, míralo.

-Ya sé que lo tengo que querer, mamá...pero no puedo, no puedo. Y me siento fatal, no duermo por la noche pensando en lo mal que lo voy a pasar cuando vaya a despertarlo por la mañana.

- ...

- Cuando lo dejo en la guardería me quedo tranquila porque no lo voy a tener que ver en 8 horas...ése es el único momento del día en que me relajo un poco. ¿Tú crees que se puede vivir así? ¿Tú cómo crees que me siento?

- ¿Quieres hablar un poco más bajo, por favor?

- Cuando veo a todas las madres allí con...y lo peor es que creo que él se da cuenta.

- ¿Se da cuenta de qué?

- De que no le quiero.

- ¡¡¡Quieres hacer el favor de dejar de decir eso!!! A ver, ¿de qué se da cuenta? ¿Qué hace?

- Mira mucho a las otras madres. Y últimamente le hace más caso a la madre de Pablo que a mí.

- Ay Dios mío, pobre niño.

- Y pobre yo también, ¿no?

- O sea que tú no le quieres, pero quieres que él...¿Ves? Ya has conseguido que empiece a hablar como tú. Vamos a ver, ¿desde cuándo te pasa? Porque en verano estabas tan normal con él.

- La primera vez fue una mañana antes de salir para la guarde. Le estaba poniendo el abrigo y diciéndole que tenía que tener cuidado con no mancharse. Me miró a los ojos y me puso la misma cara que

- Sí, tiene sus ojos, eso está claro. Pero no por eso es como él.

- No son sólo los ojos, mamá. Es cómo me mira. Y la risa. ¿Te acuerdas de cómo se reía él? Pues Guille hace el mismo ruidito con la garganta. Y el pelo, nadie en el mundo tiene ese pelo, con esos rizos. Y lo peor es que cada vez va a ir pareciéndosele más.

- Hija mía, no puedes seguir así. No puedes dejar que siga arruinándote la vida después de muerto.

- Ya lo sé mamá.

- Venga, tranquila...Hace poco vi en el programa ese de antes del telediario que algunos padres de gemelos, para ayudar a que cada hijo tuviera su ¿cómo se dice? identidad, les ponían...

- ¡Yo también lo ví! Los trucos de las gafas y el peinado y la ropa y todo eso, ¿no?

- ¿Crees que a tí te ayudaría?

- Pero Guille no necesita gafas, mamá.

- Eso no importa. La necesidad se la puedes crear tú. Un poco de miopía a cambio del amor de su madre. Sale ganando, el crío. Unos ojos con gafas son completamente distintos. Y la mirada cambia.

- Me gustaría cambiarle el pelo también. ¡Y teñírselo!

- Eso va a ser más trabajo, pero me parece bien. Con la risa sí que no podemos hacer nada...

- Podré vivir con eso. De todas formas él casi nunca se reía.

viernes, 17 de abril de 2009

De locos

Loquillo entrevistado por Igor López para "Metrópoli":

"Yo soy un artista independiente, porque he tenido que hipotecar mi casa tres veces para poder pagarme el siguiente proyecto. Me da mucha envidia la gente del cine, a los que les dan 100 kilos para hacer una película. pero para el rock'n'roll nunca hay pasta..."

La gente del cine debe de ser una tribu oculta en algún macizo montañoso de algún remoto país, porque en este mundo, en mi mundo, no existen. ¡¡¡Les dan 100 kilos!!! ¡¡¡Para hacer una película!!! (a Loquillo sólo le faltaba decir una puta película... o una puta película española, que es peor...)

Viva la información contrastada, viva el conocimiento de causa.

Bigmouth strikes again.

jueves, 16 de abril de 2009

¿Qué está pasando ahí?

La película de la semana:

Título: "Quiero ser como Merkel" ("Kick it like Merkel")

Actriz protagónista: Esperanza Aguirre, en el papel de "La Espe".

Actor principal: Malo Blando aka Pepe Blanco, en el papel del "Infante conquistado".

Actores secundarios: Rajoy, Gallardón y Zapatero, como los mariachis autores de los corridos "noslaestámetiendoynosduele" y "perojoderjoderquecoñopodemoshacer".


Guión- estructura:

1.- Lanzarse a la conquista/seducción/violación del Infante, que no podrá negarse porque ahora, qué ilu mamá verás qué bien lo hago, es un hombre que tiene que estar ahí para todos los españoles. La Espe lo ha visto con la piruleta y los pantaloncitos cortos y ha ido a por su yugular. El niño, todavía encantado de que una mujer (¡una mujer!) le haga caso.

2.- Usurpar a Gallardón su condición de moderado oficial, de héroe para todos los públicos. Que vea que ella sabe que ese aura de sentido común y bonhomía tan de una pieza no era difícil de conseguir: alguna palabra lisonjera dedicada al PSOE, un par de garabatos al margen de los renglones dibujados por el aparato del partido y voilá, salvadora de la dignidad política global habemus.

3.- Conseguir que se hable del "affair Blanco" es conseguir que no se hable de otros charcos y otras montoneras.

4.- Ahondar la brecha con Rajoy utilizando un arma que éste nunca le puede echar en cara, velar por los intereses de los ciudadanos de la Comunidad que preside. Atacar sin atacar.

5.- Desencadenar un proceso de polarización dentro del partido, en el que sólo caben 2 polos. Norte-sur, positivo-negativo. Ergo, eliminación de Gallardón como polo, por inoperancia.

6.- Ganarse a los madrileños de cara a las elecciones autonómicas, que no serán en realidad más que un prólogo de las generales. Ser candidata, copar carteles electorales y debates televisados y arrasar en las urnas, dejando claro a su partido lo absurdo que sería no contar con una ganadora como ella para optar por un perdedor de elecciones como Rajoy.


Qué lista es esta mujer.

miércoles, 15 de abril de 2009

El hombre impermeable

Mi padre conducía y yo lo acompañaba en el asiento del copiloto. Era lunes, una mañana plomiza, apagada y estática, muy vasca. Íbamos de camino a Irún para hacer algunos recados, pequeñas pero emocionantes misiones como comprar (por fin!) la bombilla para la campana de humos o pasarnos por esa ferretería en la que venden todavía el estándar antiguo de junta para el bote sifónico del baño. Encarar todas las desagradecidas proezas que nos exige la perra vida, ESO es hacerse hombre.

En la radio sonaba una tertulia en la que hablaban de recetas caseras para mitigar la sudoración de las manos, un colchón sonoro ideal para que yo fuera rumiando mis naderías y mi padre atento a la carretera, siempre atento a la carretera. Todo seguía el curso de un guión escrito con plantilla.

Entonces arrancaron los primeros acordes de "Losing my religion" y mi mano derecha empezó a seguir el ritmo instintivamente. La canción está ya muy gastada para mí, pero eso no quita para que, si la tertulia acaparaba hasta ese momento pongamos un 7% de mi atención, la música reconquistara sin problemas hasta el 50 ó 60% de mi territorio. Miré a mi padre para intentar captar alguna reacción en él, pero ningún músculo se movía, ningún sonido salía de su boca o nariz - ¿es de ahí de donde sale el sonido cuando canturreamos con la boca cerrada? -, ningún dedo se movía sobre el volante. Cero. Impermeabilidad absoluta. Me miró al sentir mis ojos sobre su perfil, así que deseché la posibilidad de que hubiera sido secuestrado por pensamientos remotos.

Hice cálculos. Esa canción apareció hace 18 años. En mi casa hemos tenido el "Out of time" desde que se publicó, de hecho lo hemos tenido en casette y en CD. Yo he grabado por lo menos 5 cintas de "Varios" con esa canción. Teniendo en cuenta los viajes en coche en los que los hijos siempre hemos impuesto nuestra dictadura musical, la altísima rotación de la canción en la radio y lo mucho que ha podido sonar el CD en casa, llegué al resultado de que mi padre había tenido que escuchar "Losing my religion" ¡no menos de 300 veces!!!!.

Había que añadir además el agravante de que muchas de esas escuchas fueron acompañadas del cántico emocionado de alguno de sus hijos, lo que amplificaría en teoría el impacto emocional y la capacidad de anclaje en algún rincón de su cerebro.

No me quedó más remedio que preguntar:

- ¿Conoces esta canción?

- Hmmm... me suena, sí.

- ¿Sabes de qué grupo es?

- ...

- REM, se llaman.

- Ah, sí...

¡¡300 veces!!! ¡¡¡¡"Le suena"!!!!

Me pregunto si hacerse hombre es no sólo ser capaz de emplear tu tiempo libre en encontrar la junta adecuada para ese grifo que gotea, sino también empezar a ignorar ciertos estímulos, a obviar cosas que hasta entonces has considerado importantes y que poco a poco ves como triviales o pasajeras.

Mi padre tenía 43 años cuando apareció "Losing my religion". Un hombre joven, pero ya impermeable.



miércoles, 8 de abril de 2009

La pajarita de forjados


Más de dos meses después de haber terminado el rodaje de "Forjados", aún hay días en que no estoy seguro de haber acertado con una de las decisiones más polémicas que tuve que tomar, la de vestir con pajarita al personaje de Ortega.

Revisando la semana pasada "Primera plana", la última gran película del gran Billy Wilder, caí en la cuenta de que en mi opción de vestuario quizás se escondía un homenaje inconsciente a los personajes de Lemmon y Matthau. Una aspiración subterránea, un anhelo subliminal, una pretensión delirante: que mis personajes tuvieran algún resto de la grandeza y la potencia de aquellos.



Cuando lo descubrí me lo tomé como una señal. Algo intrínsecamente bueno hay en esa pajarita, pero no sé lo que es.

Un saludo desde aquí para Antonio Rupérez y Maxi Rodriguez, mis Lemmon y Matthau particulares. La foto de rodaje es cortesía de nuestra todoterreno Harritxu Troitiño.

martes, 7 de abril de 2009

El monstruo del cine de la calle Fuencarral



Un amigo solía contar cómo en los años en los que Michael Laudrup era Dios ocurría un fenómeno muy curioso en las visitas del Barca a San Mamés. Cada vez que cogía la pelota cerca del área del Athletic, un extraño ronroneo se extendía por toda la grada. Un rumor tejido de miles de terrores individuales, miles de "joder, joder", "ayayay" y "cuidado" que iba creciendo y realimentándose segundo a segundo, de tal forma que funcionaba como amplificador involuntario del pánico que provocaba Laudrup en la defensa bilbaína. Los jugadores oían el runrún de su Catedral, 40000 almas encogidas, murmurando y sufriendo como un único ser y sus piernas temblaban. Más aún. Y es que ese hombre era un terrorista, un guerrero kamikaze armado de granadas y molotovs dispuesto a aniquilar a los defensas, los enemigos del fútbol.

Ayer fuimos al cine a ver "La casa de mi padre" de Gorka Merchán y me acordé de Laudrup. En pantalla se veían también cócteles y terroristas y en la platea nació un ser múltiple y complejo, un monstruo pseudohumano como el de San Mamés. Lo interesante fue el hecho de ver esa película sobre el conflicto vasco, hecha por vascos, en un cine del centro de Madrid en el día del jubilado (entradas a 1€), cuando la media de edad del público supera los 65 años. El monstruo reaccionaba en los pasajes más previsibles, pero a veces también en los más insospechados. Y su aliento y su respiración cambiaban la película, igual que el ronroneo de la Catedral cambiaba el juego de los defensas del Athletic. Se le podía oir tragar saliva, carraspear, agitarse en el asiento, jurar entre dientes, rumiar odios, filias y fobias.

El monstruo que nació ayer en ese patio de butacas de la calle Fuencarral no se parecía probablemente nada al que pudo aparecer durante el estreno de la película en el Festival de San Sebastián. ¿Cuál es el que le tiene que importar al director? ¿Todos lo que puedan aparecer? ¿Ninguno?

P.S.1: Cuando abrí este blog uno de los pocos mandamientos que me impuse fue el de no hacer nunca crítica de cine, pero voy a cometer un pequeño pecado. "La casa de mi padre" es una primera película con algunos defectos formales, mucho trazo grueso en algunos dibujos y cierta querencia por el topicazo. Aún así, algo bueno y honesto emana de ella. Para los que hemos mamado esos odios, esos silencios y esos miedos desde críos, nos ofrece 3 ó 4 momentos que valen una película. Y que se perciben como más ciertos y menos caricaturescos cuando se ven desde una distancia de 400 kilómetros.

P.S.2: ¿Cómo se pueden gastar 1 ó 2 millones de euros en la producción de una peli para luego no poder afinar un poco más en el título? Se me ocurren pocos títulos más sosos, más vagos, menos atractivos. La-casa-de-mi-padre. 5 palabras vacías, lisas y llanas como el revés de una lápida. Un título gris como un cielo vasco. Imposible de recordar. Imposible de vender.

viernes, 3 de abril de 2009

El camaleón



Cuando trabajaba en BMW a los modelos en desarrollo se les vestía con un basto traje negro de plástico para sacarlos a la vía pública y someterlos a alguna prueba técnica. Ocultar la espalda, el escote o los muslos de la futura topmodel era prioritario para evitar filtraciones a la prensa y mantener el control y el timing adecuado de la estrategia de marketing. Y es que con la mujer ya desnuda, la expectativa y el deseo dejan de cotizar al alza.

A los 200 años del nacimiento de Darwin la evolución es asumida incluso por las especies no orgánicas, como los coches alemanes. En la foto inferior vemos el camuflaje desarrollado por un BMW para afrontar con garantías las pruebas técnicas en paisajes nevados, a salvo de depredadores - periodistas.



¿Admirable o absurdo? Todavía no lo tengo claro.

jueves, 2 de abril de 2009

Embajadas


Volvíamos este domingo en tren desde Irún, en uno de esos asientos de 4 plazas en los que te ves atrapado durante más de 5 horas - ¡5 horas! - en una intimidad agresivamente frontal con dos completos desconocidos. Una ventaja de viajar en pareja es que la persona que llevas al lado es la que tú has elegido, así que no caben sorpresas en forma de malos olores, ronquidos o conversaciones indeseadas. La disposición a 4 de algunos trenes aniquila esa ventaja y te coloca a metro y medio de dos cuerpos extraños cuyo potencial para arruinarte el viaje es infinito.

También es verdad que esa situación puede ser más llevadera con absolutos desconocidos, con los que no tienes por qué interactuar, que con un conocido o incluso un amigo. Y es que la palabra amigo debe de ser de las más imprecisas del castellano porque incluye departamentos muy distintos dentro del organigrama emocional de cada uno. Todos tenemos claro que entre nuestros amigos hay muchos con los que nunca haríamos ciertas cosas a solas, como dar un paseo, ir a cenar o hacer un viaje en tren.

El domingo nos tocó una pareja francesa de mediana edad. Agradables y discretos, a los 10 minutos nos habíamos acostumbrado ya a su presencia y para la mitad del trayecto los sentíamos como nuestros, integrantes del equipo 1ABCD, haciendo piña contra el resto del vagón. Ni siquiera el que soltaran algo en francés de vez en cuando rompía la ilusión de que formábamos una pequeña familia bien avenida. Hasta que sacaron su periódico.

Cuando vives en el extranjero los periódicos españoles se convierten en embajadas sentimentales. No es una sensación vinculada al idioma, sino a pequeños apuntes de rutina nacional que has mamado desde crío: el formato y la disposición de los autodefinidos, la programación de la tele, la sección de deportes, las viñetas humorísticas. Más de una vez durante mis años en Alemania me sorprendí ojeando con cariño las páginas del ABC o del Gara, inimaginables lecturas estando en España pero que pasaban a tener un aura casi maternal en el exilio.

Los franceses del tren recurrieron a su embajada sentimental y el espíritu del equipo 1ABCD se disolvió como un azucarillo. En ese periódico los colores estaban descolocados, los pasatiempos eran obtusos y la programación de la tele se camuflaba en el suplemento central. Otra galaxia. Desde ese momento viajamos hasta Madrid con dos extraterrestres.

También ocurre a nivel doméstico. Tu periódico habitual construye tu rutina íntima, como las zapatillas de casa o el cepillo de dientes. Leer un periódico distinto es como secarse con la toalla de otro o freir un huevo en una sartén que no es tuya. Algo no encaja, sólo es una toalla, sólo es una sartén, pero...

Embajadas de uno mismo.

miércoles, 1 de abril de 2009

Hablar para pensar


Me decía una vez un amigo, metido hasta las trancas en la centrifugadora de mierda de la actividad política nacional, que uno de los gremios que más respeto le inspiraba era el de los escritores. Se ve que una vez tuvo que encerrarse en una habitación del parlamento armado de un bolígrafo y una hoja en blanco y con la obligación de salir de allí con un borrador de propuesta de estrategia de búsqueda de planteamientos - qué más da lo que fuera.

Mi amigo nunca antes había padecido el hedor de la angustia y el bloqueo, el vacío y el vértigo que llegan desfilando marcialmente por la raya a un lado y atraviesan el cuero cabelludo para montar su campamento base en algún rincón del hipotálamo. Al final salió del aprieto cocinando un refrito a partir de unos folletos de la campaña anterior que encontró por casualidad en el bolsillo de su abrigo. Desde entonces admiraba a los que tenían no sólo que enfrentarse a esa tortura sino hacer de ella su pan de cada día. Convertir una hoja en blanco en alimento y necesidades básicas cubiertas cada mes, eso sí es un milagro. Olé, me decía.

Yo le comenté que, aunque él no lo hubiera hecho, tenía que haber gente en su partido que sí lo hiciera. Me respondió que no le sonaba haber visto nunca a ningún compañero sentado frente a una hoja, pensando y escribiendo. Más asustado que incrédulo, le convencí para volver a vernos dos semanas más tarde, encomendándole la tarea de fijarse bien en lo que ocurría en escaños, pasillos y salas anexas.

Cuando nos vimos de nuevo, me faltó tiempo para preguntarle.

- Lo siento, no he visto a nadie haciendo lo que me dijiste. Te juro que he mirado con lupa a la gente de mi partido y, cuando he podido, a la de los otros partidos. He estado incluso preguntando por ahí. Y nada. Nadie ha visto nunca a un compañero haciendo algo parecido.

- Joder.

- No es tan grave, Asier, piensa que no todos tenemos los mismos métodos. El escritor piensa escribiendo. O sea, escribe para pensar, ¿no? Los políticos piensan hablando. Hablan para pensar. Sea en congresos, mítines, cenas de partido o despedidas de soltero. Un político hablando es un político pensando, créeme. Ten fe.

Esa noche tuve un sueño. Yo estaba en una de las aulas del colegio de los agustinos, caminando en círculos alrededor de un pupitre solitario. Sentado ante él, Solbes cogía un bic azul con la capucha mordisqueada y escribía en la parte de arriba de una hoja en blanco, en mayúsculas, "Medidas efectivas" y subrayaba hasta casi atravesar el papel la palabra "efectivas". Entonces se llevaba el bolígrafo a la boca y miraba al techo, mientras su pierna derecha se agitaba contra la pata del pupitre nerviosa y rítmica. De vez en cuando parecía ver algo asomando por una rendija del tubo florescente o entre las sombras del gotelé de la pared y eso le llevaba a desencapuchar su bic y escribir un par de líneas ansiosas. Cada vez que ocurría, una absurda sensación de bienestar me embargaba.

Cuando después de cumplido el tiempo me acercaba a él para recogerle la hoja (se ve que mi papel en el sueño era el de profe bueno) descubría con horror que la hoja estaba en blanco, mientras Solbes me miraba con cara de circunstancias y me hacía ver que el bic había desaparecido de entre sus manos. Me desperté sudando, claro.

El lunes vi a Rajoy en el programa de la 1 y allí apareció el bolígrafo, así que deduje que había conseguido colarse en mi sueño para arruinar el examen de Solbes. Eso sí, como buen político, él no necesitaba escribir para pensar. Hablaba y hablaba, y así iba afinando su discurso y su sistema.

Parece claro que una hoja en blanco no es necesaria. Lo que sí es imprescindible es el bic.

lunes, 30 de marzo de 2009

La tengo bajada - o el gatillazo de un diálogo


Estaba comprando mis entradas para el concierto de Manos de Topo de este sábado cuando los dos gafapastas que hacían cola detrás de mí, que hasta ese momento habían estado quejándose del plan de rehabilitación que mantiene en carne viva las trincheras del sur de Malasaña, se arrancaron con las siguientes lineas:

Gafapasta: - Bueno qué, y has visto la última de Clint Eastwood?
Pastagafa: - La tengo bajada.
Gafapasta: - Ah.

No fue malo el intento de Gafapasta iniciando una conversación que hace sólo 5 años les habría servido para cubrir 7 u 8 líneas de diálogo, sin forzar. Hablo de los tiempos en que las variantes de la disyuntiva planteada por esa pregunta no eran más que dos. Sí, algo rancio, anticuado y prosaico, pero fiable.

En la vieja y análogica era del homo sapiens lo que yo podría haber escuchado sería algo parecido a:

[Alternativa 1]:
Gafapasta: - Bueno qué, y has visto la última de Clint Eastwood?
Pastagafa: - Sí, la ví el viernes.
Gafapasta: - ¿Y?
Pastagafa: - Pues me gustó, pero tampoco me pareció la obra maestra salvadora del cine que todo dios dice que es.
Gafapasta: - Ya, a mí me pasó igual. No te parece por ejemplo que la secuencia del ataque de...

Etc, etc. Una conversación sana, un intercambio de opiniones sobre una base común, algo tan simple como dos amigos que han visto la misma película y que disfrutan hablando de ella.

Pero también podría haber salido así:

[Alternativa 2]:
Gafapasta: - Bueno qué, y has visto la última de Clint Eastwood?
Pastagafa: - No.
Gafapasta: - Es cojonuda, lo mejor que ha hecho desde Los puentes de Madison...supongo que la aguantarán todavía un par de semanas en el Ideal. Yo la ví allí, en versión original, que es como hay que verla porque el cabrón tiene una voz que flipas...
Pastagafa: - Ya...o sea que la recomiendas, ¿no? No sé, estaba dudando entre ésa y la de los indios pobres...
Gafapasta: - Nada, nada, vete a ver la del viejo Clint, te digo que vale los 7 eurazos.

Menos gratificante que la [alternativa 1] pero con un balance también muy positivo: una recomendación, una cuñita (metida un poco con calzador, vale) para dejar claro lo mucho que le gusta "Los puentes de Madison", una defensa del cine en V.O y un apunte crítico al precio de las entradas. Todo esto en 5 lineas, 26 segundos exactos.

Lo que provoca el aborto del guión en la vida real, en la era de "homo estupidis", es ese "la tengo bajada". Eso no es una respuesta, es un muro, un foso infestado de cocodrilos, un DIU que cierra el paso al espermatozoide para que no fecunde el óvulo de la conversación.

Si/no/la tengo bajada. Pastagafa marca la tercera opción porque se resiste a marcar la segunda. Porque marcar el "no" es doblemente humillante: no sólo no la has visto sino que ¡¡¡ni siquiera te la has bajado!!! Eso es admitir que no vives en este mundo, que no te mereces esa moleskine, ni ese iphone ni esos 137 amigos de tu facebook.

Aún hay más. Pastagafa le está diciendo a Gafapasta que no la ha visto pero que, si quiere, la puede ver. Ante esa circunstancia, al pobre GP no le queda espacio para su recomendación ni para la cuña de "Los puentes de Madison" ni para nada. ¿¿Qué le va a decir? ¿¿Que la vea??? Eso sería un ataque a su intimidad, pues entra en el ámbito de las decisiones domésticas. Lo siguiente sería decirle lo que tiene que cenar esa noche o cuántos polvos le tiene que echar a su novia.

Rizando el rizo, PG le está diciendo a GP que si no la ha visto es porque no ha querido. Lo cual me lleva a una conclusión terrorífica: "la tengo bajada" es una respuesta superior no sólo al "no" sino incluso al "sí"!! De locos.

P.S: Sospecho que Gafapasta tampoco había visto la película.

Al final de la escalera


Subía el miércoles pasado desde el andén de la estación de metro de Guzmán el Bueno pensando en el secreto del revés a una mano de Federer cuando me encontré con que el último tramo de escaleras mecánicas, el más largo y empinado, no funcionaba.

Durante unos segundos me quedé plantado frente a los filetes de acero, congelados en una disposición asimétrica que no hacía más que subrayar su estado no operativo. Ellos me miraban desafiantes, con actitud chulesca y aires de superioridad. Al no haber ningún cartel de aviso ni ningún anuncio de reparación en marcha, supuse que esa escalera había aprovechado su condición de automática para detenerse motu proprio - paradoja- y comenzar una huelga indefinida que reivindicara vete tú a saber qué derechos no concedidos. Es posible que no estuviera de acuerdo con sus horarios , con la irregularidad de las pausas para el bocadillo o con los pocos días de vacaciones mal pagadas, pero no creía yo que dejar en la estacada a tantos contribuyentes fuera el mejor camino para conseguir mejoras. Además, el hecho de que su compañera de tramo, la que se encargaba del transporte en sentido descendente, continuara leal y discreta con su servicio hizo que mi desprecio hacia la rebelde se afianzara, así que empecé a insultarla mientras me disponía a subir por las escaleras tradicionales.

Cuando llegué arriba, asfixiado y todavía muy cabreado, me giré para lanzarle una última mirada de desprecio y ví cómo una señora se acercaba al pie de las escaleras. No sé si porque iba con prisa o porque la inercia de su vida le impedía pararse a mirar, pensar y decidir, el caso es que enfiló la escalera en paro voluntario. Y ahí fue donde el espectáculo me enganchó.

La pobre mujer se había convertido en un polluelo recién salido del huevo. Cada paso suponía un triunfo. La cabeza gacha, la mirada reconcentrada, las manos temblorosas apoyándose en las bandas laterales (también en huelga) para buscar puntos de apoyo extra. Las piernas, que hasta el momento de entrar en la escalera se movían precisas y enérgicas, parecían haber olvidado la sencilla mecánica del caminar. Sólo a partir del séptimo u octavo escalón empezó a parecerse a un ser humano adulto subiendo una escalera y ya sí, los últimos diez los hizo con total seguridad, la cabeza alta y el amor propio recuperado.

¿Qué había pasado? Sus ojos habían visto una escalera mecánica y su cuerpo esperaba ser llevado en volandas hacia arriba, como ocurría siempre que se procesaba esa señal. El cerebro no tuvo tiempo para rectificar y cuando la señora empezó a subir aquello era un caos de órdenes y contraórdenes, reflejos condicionados y psicomotricidades en crisis de identidad.

Después de la señora vinieron un chico joven embutido en una camiseta de ac/dc, una pareja de ejecutivos y un jubilado en chandal con el marca en una mano y el paraguas en la otra. En todos pude observar las mismas disfunciones motoras y los mismos gestos de sorpresa e indefensión al verse arrojados a ese estado de incertidumbre, a esas arenas movedizas que sustituían a la tierra firme a la que estaban acostumbrados.

Comprendí entonces que la huelga de la escalera rebelde tenía un alcance mucho mayor del que había imaginado al principio y mi desprecio hacia ella se convirtió en admiración. Y miedo.

viernes, 27 de marzo de 2009

El sistema

El sistema.

Si utilizamos el método de clasificación clásico, ¿persona, animal o cosa?, marcaríamos la última casilla sin dudar. Sin embargo, no basta con leer una definición u oir hablar de él para comprenderlo. Como ocurre con todo lo que de verdad importa, para saber qué es el sistema hay que vivirlo, o mejor, padecerlo - en eso se parece al amor, un cacharro que sólo conoces de verdad cuando te machaca.

A primera vista parece un concepto débil, genérico, difuso, impreciso, hasta equívoco. Pero es concreto y real como un dolor de muelas, preciso y letal como un picahielos en manos de una rubia demasiado inteligente. Poderoso y unívoco como un dios. Un cacharro que percibes en forma de iluminación, de experiencia mística que marcará tu vida en adelante.

Yo lo he visto. Y no es un picahielos ni un dolor de muelas. Es un gigante. De acero.

He visto cómo me permitía juguetear con él, cómo parecía disfrutar con los preliminares, con nuestros movimientos de aproximación y seducción, las cosquillas, las peleas de mentirijillas. Y he visto cómo se iba impacientando poco a poco sin que yo quisiera darme por enterado. Y cómo un día me decía con su voz metálica: se acabó, no puedo perder más tiempo contigo. O estás conmigo o estás contra mí. Si estás conmigo súbete a mis hombros y te acomodaré en un lugar apropiado. No te faltará de nada, nadie podrá hacerte daño. Eso sí, a partir de ahora irás a donde yo vaya y verás lo que yo quiera que veas. Y ten en cuenta que una vez que te subas la única forma de bajar será saltando, y ves lo que mido, ¿no? Pocos sobreviven a la caida.

Da miedo decirle que no me voy con él.

Da miedo estar contra él, le he visto pulverizar a otros como yo entre sus manos, como si fueran hojas secas.

Y da miedo quedarme solo, más aún cuando veo tantas caras conocidas entre los que están sobre él. Padres, hermanos, amigos. Todos parecen mirarme y decirme: corre, súbete y vámonos!!

Estas últimas semanas se puede ver en televisión un spot de una compañía eléctrica que me provoca escalofríos. Porque hace que piense en el gigante. Y porque me ha revelado algo que no sabía o no quería saber. Mis padres, mis hermanos, mis amigos no están a lomos del gigante. Ellos son el gigante.

miércoles, 25 de marzo de 2009

ZP y SSL


ZP atravesó la puerta de su dormitorio a las 21:37, 15 horas y 23 minutos después de haberlo hecho en sentido contrario, y el olor a orina se coló hasta acomodarse en el rincón más íntimo de su pituitaria. Durante los 13 segundos que tardó en quitarse la corbata, ya frente al espejo, reflexionó: Cómo es posible que un producto de limpieza huela casi igual que un desecho orgánico. Cosas de la química, supongo. La química. ¡La úrea! Tres octavos de sonrisa asomaron desde el espejo, dibujados por la satisfacción de haber recuperado esa palabra de entre los escombros de aquellas clases con el bacterio. Igual que la coliflor. Siempre le había maravillado ese olor a mierda, especialmente cuando está en el punto más caliente de la cocción. Se dijo, ya con la corbata en la mano, que eso era importante y que tenía que comentárselo a SSL cuando la viera. En cualquier caso, lo que sí tenía que recordarle era que hablara con Juli para que no siguiera limpiando con amoniaco. Por lo menos no en su dormitorio, joder, que no he llegado a presidente para tener que dormir con esta peste a meados.

Ese tímido arranque de indignación le hizo sentirse agotado, así que 2 segundos y medio más tarde el cansancio había ganado la batalla dejando en el camino un cadaver de enfado. Realmente un enfado nonato, aún un feto de enfado.

Se sentó sobre la cama y dirigió su mirada hacia la pared color teja, en la que no había nada que ver. Por eso le gustaba, claro. Con el rabillo del ojo vio entonces cómo SSL aparecía en el umbral. Cerró los ojos, aspiró lo más profundo que sus aniñados pulmones le permitían y esperó con impaciencia a que el olor a leche y almendras de la loción hidratante (francesa) desalojara a patadas a la urea. Química contra química, pensó otra vez.

Una vez enlechado y almendrado se quitó el zapato derecho y luego el izquierdo, como siempre, sin poder evitar preguntarse si los zurdos lo harían al revés. Tenía que reconocer que siempre había querido ser zurdo. Se sorprendió también al darse cuenta de que jamás relacionaba sus zapatos con su apellido, aunque imaginaba que mucha gente sí lo haría. Era comprensible. Se preguntó si las mujeres que se llamaban Victoria o Esperanza tendrían una relación distinta, más consciente, con sus nombres. Esperanza. Una nube gris cubrió durante un instante la leche y las almendras de su cerebro pero la expectativa ante el mejor momento del día la ahuyentó de un soplido.

ZP se bajó sus calcetines hasta los tobillos y se rascó durante 21 segundos las hendiduras que habían dejado las gomas alrededor de sus pantorrillas. 21 segundos para borrar 15 horas y 24 minutos.

Pasado ese tiempo ZP se giró por fin hacia la puerta, desde donde SSL, su sonrisa y su silencio lo miraban.

-Hola.

-Hola.