miércoles, 1 de abril de 2009

Hablar para pensar


Me decía una vez un amigo, metido hasta las trancas en la centrifugadora de mierda de la actividad política nacional, que uno de los gremios que más respeto le inspiraba era el de los escritores. Se ve que una vez tuvo que encerrarse en una habitación del parlamento armado de un bolígrafo y una hoja en blanco y con la obligación de salir de allí con un borrador de propuesta de estrategia de búsqueda de planteamientos - qué más da lo que fuera.

Mi amigo nunca antes había padecido el hedor de la angustia y el bloqueo, el vacío y el vértigo que llegan desfilando marcialmente por la raya a un lado y atraviesan el cuero cabelludo para montar su campamento base en algún rincón del hipotálamo. Al final salió del aprieto cocinando un refrito a partir de unos folletos de la campaña anterior que encontró por casualidad en el bolsillo de su abrigo. Desde entonces admiraba a los que tenían no sólo que enfrentarse a esa tortura sino hacer de ella su pan de cada día. Convertir una hoja en blanco en alimento y necesidades básicas cubiertas cada mes, eso sí es un milagro. Olé, me decía.

Yo le comenté que, aunque él no lo hubiera hecho, tenía que haber gente en su partido que sí lo hiciera. Me respondió que no le sonaba haber visto nunca a ningún compañero sentado frente a una hoja, pensando y escribiendo. Más asustado que incrédulo, le convencí para volver a vernos dos semanas más tarde, encomendándole la tarea de fijarse bien en lo que ocurría en escaños, pasillos y salas anexas.

Cuando nos vimos de nuevo, me faltó tiempo para preguntarle.

- Lo siento, no he visto a nadie haciendo lo que me dijiste. Te juro que he mirado con lupa a la gente de mi partido y, cuando he podido, a la de los otros partidos. He estado incluso preguntando por ahí. Y nada. Nadie ha visto nunca a un compañero haciendo algo parecido.

- Joder.

- No es tan grave, Asier, piensa que no todos tenemos los mismos métodos. El escritor piensa escribiendo. O sea, escribe para pensar, ¿no? Los políticos piensan hablando. Hablan para pensar. Sea en congresos, mítines, cenas de partido o despedidas de soltero. Un político hablando es un político pensando, créeme. Ten fe.

Esa noche tuve un sueño. Yo estaba en una de las aulas del colegio de los agustinos, caminando en círculos alrededor de un pupitre solitario. Sentado ante él, Solbes cogía un bic azul con la capucha mordisqueada y escribía en la parte de arriba de una hoja en blanco, en mayúsculas, "Medidas efectivas" y subrayaba hasta casi atravesar el papel la palabra "efectivas". Entonces se llevaba el bolígrafo a la boca y miraba al techo, mientras su pierna derecha se agitaba contra la pata del pupitre nerviosa y rítmica. De vez en cuando parecía ver algo asomando por una rendija del tubo florescente o entre las sombras del gotelé de la pared y eso le llevaba a desencapuchar su bic y escribir un par de líneas ansiosas. Cada vez que ocurría, una absurda sensación de bienestar me embargaba.

Cuando después de cumplido el tiempo me acercaba a él para recogerle la hoja (se ve que mi papel en el sueño era el de profe bueno) descubría con horror que la hoja estaba en blanco, mientras Solbes me miraba con cara de circunstancias y me hacía ver que el bic había desaparecido de entre sus manos. Me desperté sudando, claro.

El lunes vi a Rajoy en el programa de la 1 y allí apareció el bolígrafo, así que deduje que había conseguido colarse en mi sueño para arruinar el examen de Solbes. Eso sí, como buen político, él no necesitaba escribir para pensar. Hablaba y hablaba, y así iba afinando su discurso y su sistema.

Parece claro que una hoja en blanco no es necesaria. Lo que sí es imprescindible es el bic.

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