miércoles, 15 de abril de 2009

El hombre impermeable

Mi padre conducía y yo lo acompañaba en el asiento del copiloto. Era lunes, una mañana plomiza, apagada y estática, muy vasca. Íbamos de camino a Irún para hacer algunos recados, pequeñas pero emocionantes misiones como comprar (por fin!) la bombilla para la campana de humos o pasarnos por esa ferretería en la que venden todavía el estándar antiguo de junta para el bote sifónico del baño. Encarar todas las desagradecidas proezas que nos exige la perra vida, ESO es hacerse hombre.

En la radio sonaba una tertulia en la que hablaban de recetas caseras para mitigar la sudoración de las manos, un colchón sonoro ideal para que yo fuera rumiando mis naderías y mi padre atento a la carretera, siempre atento a la carretera. Todo seguía el curso de un guión escrito con plantilla.

Entonces arrancaron los primeros acordes de "Losing my religion" y mi mano derecha empezó a seguir el ritmo instintivamente. La canción está ya muy gastada para mí, pero eso no quita para que, si la tertulia acaparaba hasta ese momento pongamos un 7% de mi atención, la música reconquistara sin problemas hasta el 50 ó 60% de mi territorio. Miré a mi padre para intentar captar alguna reacción en él, pero ningún músculo se movía, ningún sonido salía de su boca o nariz - ¿es de ahí de donde sale el sonido cuando canturreamos con la boca cerrada? -, ningún dedo se movía sobre el volante. Cero. Impermeabilidad absoluta. Me miró al sentir mis ojos sobre su perfil, así que deseché la posibilidad de que hubiera sido secuestrado por pensamientos remotos.

Hice cálculos. Esa canción apareció hace 18 años. En mi casa hemos tenido el "Out of time" desde que se publicó, de hecho lo hemos tenido en casette y en CD. Yo he grabado por lo menos 5 cintas de "Varios" con esa canción. Teniendo en cuenta los viajes en coche en los que los hijos siempre hemos impuesto nuestra dictadura musical, la altísima rotación de la canción en la radio y lo mucho que ha podido sonar el CD en casa, llegué al resultado de que mi padre había tenido que escuchar "Losing my religion" ¡no menos de 300 veces!!!!.

Había que añadir además el agravante de que muchas de esas escuchas fueron acompañadas del cántico emocionado de alguno de sus hijos, lo que amplificaría en teoría el impacto emocional y la capacidad de anclaje en algún rincón de su cerebro.

No me quedó más remedio que preguntar:

- ¿Conoces esta canción?

- Hmmm... me suena, sí.

- ¿Sabes de qué grupo es?

- ...

- REM, se llaman.

- Ah, sí...

¡¡300 veces!!! ¡¡¡¡"Le suena"!!!!

Me pregunto si hacerse hombre es no sólo ser capaz de emplear tu tiempo libre en encontrar la junta adecuada para ese grifo que gotea, sino también empezar a ignorar ciertos estímulos, a obviar cosas que hasta entonces has considerado importantes y que poco a poco ves como triviales o pasajeras.

Mi padre tenía 43 años cuando apareció "Losing my religion". Un hombre joven, pero ya impermeable.



3 comentarios:

Anónimo dijo...

gracias a dios nos quedan todavía 10 años de permeabilidad

Dormidina dijo...

mi hermanica me ha comentado que esta entrada podría ser el inicio de un estupendo cuento. por qué no te animas?

laotraparte dijo...

Jajaja igual es porque cantábamos muy mal