jueves, 23 de abril de 2009

Él (casi nunca se reía)

Conversación capturada en la cafetería de la estación de autobuses de Lerma:

- Mira, ¡ se acabó!... no quiero volver a oir nada sobre el tema, vale? Me pongo enferma cuando empiezas con eso. Sólo tiene 3 añitos, por Dios...!

- Ya, mamá...y qué quieres que le haga. Si no puedo contarte a tí cómo me siento a quién se lo voy a contar.

- Shhh, baja el tono.

- Se me hincharon los pies, me salieron estrías y se me fastidiaron los dientes...y el parto...17 horas de contracciones... Todo por él. Y ya sabes lo que le quería cuando nació.

- Bueno, pues así lo tienes que seguir queriendo siempre...si es un ángel, míralo.

-Ya sé que lo tengo que querer, mamá...pero no puedo, no puedo. Y me siento fatal, no duermo por la noche pensando en lo mal que lo voy a pasar cuando vaya a despertarlo por la mañana.

- ...

- Cuando lo dejo en la guardería me quedo tranquila porque no lo voy a tener que ver en 8 horas...ése es el único momento del día en que me relajo un poco. ¿Tú crees que se puede vivir así? ¿Tú cómo crees que me siento?

- ¿Quieres hablar un poco más bajo, por favor?

- Cuando veo a todas las madres allí con...y lo peor es que creo que él se da cuenta.

- ¿Se da cuenta de qué?

- De que no le quiero.

- ¡¡¡Quieres hacer el favor de dejar de decir eso!!! A ver, ¿de qué se da cuenta? ¿Qué hace?

- Mira mucho a las otras madres. Y últimamente le hace más caso a la madre de Pablo que a mí.

- Ay Dios mío, pobre niño.

- Y pobre yo también, ¿no?

- O sea que tú no le quieres, pero quieres que él...¿Ves? Ya has conseguido que empiece a hablar como tú. Vamos a ver, ¿desde cuándo te pasa? Porque en verano estabas tan normal con él.

- La primera vez fue una mañana antes de salir para la guarde. Le estaba poniendo el abrigo y diciéndole que tenía que tener cuidado con no mancharse. Me miró a los ojos y me puso la misma cara que

- Sí, tiene sus ojos, eso está claro. Pero no por eso es como él.

- No son sólo los ojos, mamá. Es cómo me mira. Y la risa. ¿Te acuerdas de cómo se reía él? Pues Guille hace el mismo ruidito con la garganta. Y el pelo, nadie en el mundo tiene ese pelo, con esos rizos. Y lo peor es que cada vez va a ir pareciéndosele más.

- Hija mía, no puedes seguir así. No puedes dejar que siga arruinándote la vida después de muerto.

- Ya lo sé mamá.

- Venga, tranquila...Hace poco vi en el programa ese de antes del telediario que algunos padres de gemelos, para ayudar a que cada hijo tuviera su ¿cómo se dice? identidad, les ponían...

- ¡Yo también lo ví! Los trucos de las gafas y el peinado y la ropa y todo eso, ¿no?

- ¿Crees que a tí te ayudaría?

- Pero Guille no necesita gafas, mamá.

- Eso no importa. La necesidad se la puedes crear tú. Un poco de miopía a cambio del amor de su madre. Sale ganando, el crío. Unos ojos con gafas son completamente distintos. Y la mirada cambia.

- Me gustaría cambiarle el pelo también. ¡Y teñírselo!

- Eso va a ser más trabajo, pero me parece bien. Con la risa sí que no podemos hacer nada...

- Podré vivir con eso. De todas formas él casi nunca se reía.

3 comentarios:

Dormidina dijo...

en serio es una conversación real?? vaya historia...

Asier dijo...

La conversación como tal no existió, pero me pareció que podía ser el subtexto de otra que sí presencié!

ROSA ALIAGA dijo...

ay si los alemanes supieras lo que escribes ;-D
a mi me ha gustado mucho, aunque joer...que duro..