jueves, 7 de mayo de 2009

¿Quién necesita el cine?

Partidos como el de ayer entre el Chelsea y el Barca hacen que le entren a uno ganas de abandonar el cine como oficio.

Si el objetivo del emisor, en cualquier forma más o menos artística de expresión, es producir determinadas sensaciones en el receptor, sensaciones que pueden tener un tinte intelectual (un trasfondo filosófico, sociológico o cultural, una ética, una estética) o más visceral (miedo, emoción, empatía) lo de ayer en Stamford Bridge se revela como un prototipo, un modelo de narración insuperable. Es el ideal que tenemos que perseguir pero que nunca alcanzaremos partiendo de ingredientes como una trama prediseñada o unos personajes que sólo pueden aspirar a ser personas.

7 hombres en guerra

Las mejores películas saben encontrar el camino para acercarse mucho, para remover al espectador y tocar en él una o dos de las teclas adecuadas con intensidad y precisión. "Tiburón", "Pulp Fiction", "Ordet", "Al final de la escapada" o "El apartamento" son capaces de dar en la diana del terror, el humor, la joie de vivre, el existencialismo, el romance o el corazón postmoderno. Una o dos teclas, hablando de películas que son como pequeños milagros del cine.

Ayer, entre las 20:45 y las 22:34, ví como a miles de personas se les tocaba en absolutamente todas las teclas de su humanidad. Ví placer estético, ví horror, angustia, vergüenza, orgullo, ansiedad, pánico, enfado, incredulidad, sorpresa, amor, dolor, amistad, indignación, belleza. Todo culminado por un orgasmo en forma de gol, que fue sutil y letal, bello y terrorífico, cielo e infierno.

Sudor. Sangre. Lágrimas y flemas, orina y semen. Dinero, sexo, gloria, guerra y arte. Cristo y Anticristo. Todo estaba ahí.

¿Con qué valor me enfrento yo ahora a mi inofensivo guioncito? ¿Para queeeeeeeeé?

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