viernes, 29 de mayo de 2009

La física del cine


Mira la pelota. Mira la pelota. Mira la pelota. !Mira la peloooooota, coño!!!!

Probablemente la orden/consejo/advertencia más repetida por todos los entrenadores de fútbol o monitores de tenis que he conocido.

La pelota es una esfera perfecta. El cuerpo geométrico más noble, el único que no tiene aristas ni vértices. Obedece dócil a las leyes de la física clásica para desesperación de la teoría del caos, que no encuentra el mínimo resquicio para hacer el mal. La pelota siempre reaccionará de la misma forma ante estímulos iguales. No lleva jamás una segunda intención ni esconde un comportamiento inesperado. Puede venir con más o menos potencia, más o menos efecto, siempre hará lo que la física le ordena y gracias a eso tú podrás preparar tu golpe o tu control de balón en consecuencia.

Si consigues interiorizar esa visión, si la pelota es un amigo dócil que sabes que hará lo que le digas, entonces empezarás a tener el control. La miras bien y ya está. Parece fácil, pero los jugadores mediocres solemos olvidar esa regla básica y cuando vemos venir la pelota a veces parece que vemos venir un murciélago apuntándonos con una ametralladora o un cerdo en bikini cantándonos una canción de cuna rusa. Algo impredecible e inesperado. Y por eso, hostil.

Los grandes jugadores nacen con esa certeza y esa clarividencia. Una pelota es una pelota y ellos la controlarán y la dominarán como las leyes de la mecánica predicen. Zidane o Federer han nacido con el don y nunca habrán tenido la necesidad de plantearse esta cuestión.

Los mejores directores/guionistas son en eso como los cracks del fútbol o del tenis. Para ellos el receptor es una simple esfera que no tiene secretos. Saben cómo va a reaccionar a cada estímulo, lo que necesita sentir, pensar o temer en cada momento. Saben cómo golpearlo y cómo controlarlo. Lo manejan a su antojo, lo golpean hasta ponerlo en la línea o lo bloquean sin problemas cuando viene cargado de efecto.

Una vez yo también conseguí que el receptor fuera para mí como un balón. Pero era de rugby y se empeñaba en no obedecer a la física sino a la teoría del caos.

Estuve cerca. No pierdo la esperanza.

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