lunes, 17 de septiembre de 2007

Un verano enlatado


Llegó la hora de volver. Después de tener el blog abandonado durante casi seis semanas, han vuelto las ganas y el tiempo y la actitud mental adecuada para escribir.

¿Y qué queda atrás después de este tiempo? Noches en familia, fiestas con los amigos, partidos de tenis, baños en la piscina, desayunos tardíos...muchas cosas, pero sobre todo una: un cortometraje rodado. Y así como de todo lo que he vivido este verano no queda más que un recuerdo (con un poco de suerte alguna fotografía aislada que nunca llegará a mis manos), del rodaje ha quedado algo físico, algo que puedo ver y tocar cada día. Un disco duro marca Lacie, comprado por 160 euros en la Fnac de San Sebastián.

En las entrañas de ese cacharro se esconde el bruto del rodaje. 157, 28 gigabytes de unos y ceros. No parece mucho, pero lo es. Debajo de esa carcasa gris, detrás de ese misterioso código digital se encuentran las 3 semanas de preproducción y los 4 intensísimos días de rodaje. Ilusiones, miedos, sudores, nervios, risas, broncas. Todo está ahí, enlatado. Y verlo ahí, ocupando su espacio en mi salón, es un consuelo: "no ha sido un verano perdido", me está diciendo.

Este disco duro es mi lámpara de Aladino. El genio debería estar dentro, así que ahora me toca frotarla y gestionar mis tres deseos: que funcione, que funcione y que funcione.

1 comentario:

Anónimo dijo...

A eso se llama un verano bien invertido!!! No como el del resto (el mio, vamos)