lunes, 6 de agosto de 2007

El motor

Los motores de la acción humana.

La vanidad, la moral o el miedo a Dios son importantes pero juegan en segunda división. Menos espectadores, peores campos, horarios matutinos. La liga de las estrellas, los partidos del siglo los juegan los de siempre: el dinero y el sexo.

Respecto al primero creo que todo el mundo tiene las cosas bastante claras. Lo qué es. Para qué sirve. Qué hay que hacer para conseguirlo. Qué me puede dar y qué me puede quitar.

En cuanto al sexo, en cambio, se está afianzando una gran mentira global. La corrección política más rancia e insensata impone pautas de pensamiento que corremos el riesgo de asumir sin pararnos a pensar. Voy a decirlo alto y claro para que no haya dudas.

Señores: el sexo no es lo mismo para los hombres que para las mujeres. PUNTO.

Decir lo contrario, buscar la igualdad y la simetría a toda costa, lleva a actitudes absurdas que obvian lo que la naturaleza establece sin ambigüedades. Hechos físicos y biológicos que dejan en pelotas la gran mentira de lo políticamente correcto.

El orgasmo no se parece en nada en el hombre y en la mujer. Ni en intensidad, ni en número, ni en frecuencia. Ni en consecuencias. Lo que para el hombre es culminación para la mujer puede ser arranque. Ahora que lo pienso, deberían llamarse incluso de forma diferente porque no son la misma cosa. (Blasfemia!)

La mujer se queda embarazada. El hombre no. Lo siento, guardianes de la igualdad. (Algún insensato dirá que el embarazo no tiene nada que ver con la sexualidad). La mujer tiene la regla, o sea, ovula una vez al mes, o sea, su organismo es fértil en ciclos mensuales. El organismo del hombre es fértil todos los días, sin ciclos que valgan. El hombre tiene poluciones nocturnas. A la mujer se le llenan los senos de leche. El hombre puede ser impotente. Etecé etecé.

Que el comportamiento sexual de hombres y mujeres se haya ido equiparando con el paso del tiempo debido a convenciones sociales o a estructuras familiares está claro. Y eso tiene su lado bueno. Pero no perdamos de vista que el instinto y la naturaleza no van por ahí. Negarlo es propio de necios y de irresponsables.

El sexo, un motor que tenemos que comprender.

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