jueves, 21 de junio de 2007

La América que amamos



Ayer estuve en el concierto de Jason Molina y sus Magnolia Electric Co en la sala Sol. No sé qué tiene Jason Molina que cada vez que abre la boca hace que me entren ganas de llorar. Su voz parece venir de un lugar muy antiguo, muy triste y muy familiar. Escucharle es como volver al vientre materno y no querer salir de él.

Qué coño tendré que ver yo con un tejano que canta en un idioma que apenas comprendo sobre sitios en los que nunca he estado para que lo sienta tan mío? Ni idea. Supongo que tendrá que ver con las películas, los discos y los libros que hemos mamado desde críos. Un porcentaje altísimo de las cosas que más he amado en mi vida vienen del lugar que ahora hay que odiar oficialmente, ya sea por los irakes, los blockbusters o los burgerkings. América la tenemos idealizada con el corazón, la tenemos tatuada en las entrañas. Nos acompaña y nos moldea desde hace demasiados años como para renegar ahora de ella.

Claro, que no era sólo la voz de Jason Molina. Dos guitarras cabalgando desaforadas una detrás de la otra o una encima de la otra (sí, "follando"), unos teclados que te abrían los pulmones y los poros cuando más lo necesitabas y una batería primitiva y desnuda hacían el resto.

Sí, las canciones se parecen mucho unas a otras, los desarrollos son previsibles y las armonías conocidas. Pero eso era lo que íbamos buscando. Volver a casa.

No hay comentarios: