miércoles, 27 de junio de 2007

Las espirales y las gafas mágicas

Él y ella viven a lomos de una gran espiral.

Cuando están montados sobre la espiral del amor, cada paso los lleva a una posición mejor que la anterior: mejores vistas, un aire más puro, una luz más intensa.

Una fuerza cálida, irresistible y descomunal los arrastra. Suben y suben. Acción-reacción-acción-reacción. Todo marcha. Siempre hacia arriba. Más que ayer pero menos que mañana. Muy bonito.

Pero.

Con la espiral del amor se entrelaza de forma obscena la espiral del odio. En algunos puntos la distancia entre ambas es crítica. Una palabra mal dicha, un gesto inoportuno y se ven en la espiral equivocada. Allí reina otra fuerza tan brutal como la anterior, ésta fría e implacable, que los arrastra hacia el fondo, donde cada vez hay menos luz.

A veces, maniatados, amordazados y cegados por la oscuridad, pierden de vista la otra espiral y se olvidan de que existe, de que antes viajaban por ella. Qué miedo.

Ahora él y ella han encontrado unas gafas mágicas. Con ellas es fácil. Con ellas pueden ver la espiral del amor desde cualquier punto, por muy negro que esté a su alrededor. Deben de tener una especie de infrarrojos. Con ellas ven cuándo pasa la espiral a su lado. No tienen más que esperar a tenerla cerca, un pequeño salto y ... hop!

Saben que volverán a caer en la otra espiral. Lo llevan escrito en su ADN. Pero no les importa porque tienen sus gafas mágicas.

1 comentario:

el hombre perplejo dijo...

tal vez en el matriarcado vasco (si es que existe tal cosa) se dé ese respeto a las madres pero no creo que sea universal.

Pasa igual con lo de respetar a los ancianos. Pues según a qué ancianos. Ya hace tiempo que sé que la edad no da sabiduría.

a ver si veo la de Rosales