jueves, 19 de julio de 2007

Preparado

Dentro de siete horas va a estar dormido en un portal, con una lata de cerveza china tambaleándose en una mano y la entrada de la discoteca en la otra, sin números de teléfono ni nombres de chica anotados en la parte de atrás.

Pero ahora se mira en el espejo improvisado de la puerta del metro. Benditos túneles, que le dan el negro que necesita. Se toca el pelo con las yemas de los dedos, realizando cambios imperceptibles para mí pero vitales para él. Este pelo girado 37 grados y medio de más hacia la derecha, ese mechoncillo que debería estar 2 milímetros más arriba. Lo coloca y se mira.

Y se remira. A ver ahora...espera, aquí hace falta otro toque...menos mal que lo he visto porque si me presento con la patilla así...¡ostia, las patillas! A ver, a ver, la de la derecha parece medio milímetro más larga que la de la izquierda...o no...no, parece que están bien, uf menos mal.

Comprueba que la camisa asoma por el pantalón la longitud adecuada en cada punto (no es lo mismo por detrás que por delante, no es lo mismo a la izquierda que a la derecha). Que la apertura del cuello es la exacta, suficiente para que se intuya el collar que se compró en Tailandia pero no tanto como para que asome ese hueso que nunca ha sabido cómo se llama y que tan feo le parece.

Cinco paradas de metro y veintiocho ajustes más tarde está preparado para salir ahí fuera y comérselo todo. Los detalles. La precisión. El mimo. La vanidad.

Es vanidad, pero también es sensato. Su obligación es que lo que está en su mano no falle. Luego la noche ya lo pondrá en su sitio. Un portal inundado de vómitos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

y siguiendo mi rutina diária, en este caso nocturna, me asomo al hazmereir antes de meterme en la cama, y me gusta el relato que leo. Muy bien Asier. Un saludo. Oj