martes, 24 de julio de 2007

Viaje en el tiempo


La ví hace ahora dos años. "El desencanto" es una buena película documental que la presencia de Leopolodo María Panero convierte en todo un acontecimiento. Una personalidad extravagantemente arrolladora, un individuo dolorosamente consciente de su particularidad. Una anomalía hecha persona.

Yo no sabía nada de los Panero salvo por la referencia a Michi en la canción de Nacho Vegas. La primera vez que ví a Leopoldo María fue en la película y tenía el aspecto con que aparece en la foto de la cabecera. Un hombre de 28 años, en su plenitud física e intelectual. Una intelectualidad oblicua si se quiere y un físico que no se podría calificar de hermoso, pero sí con cierto atractivo.

Ese tío me impactó tanto que lo primero que hice al día siguiente cuando bajé al locutorio (2 años son una eternidad, ahora me parece increíble que no tuviéramos internet en casa) fue lo que se hace hoy, tirar de google y escarbar un poco.

Todo fue tan rápido que no me paré a pensar. Ése fue mi problema. En realidad era un cálculo muy fácil, instintivo y natural. Lo normal habría sido tenerlo previsto cuando pulsé el botón de "buscar", pero no fue así. De una forma absurda, yo esperaba encontrarme con el mismo rostro que había visto el día anterior.

Y esto fue lo que me encontré:


Mi cerebro rompió a sudar. Una tristeza inadjetivable se me lanzó al cuello hasta ahogarme. ¿Quién le ha hecho eso? ¿Qué clase de maleficio ha caído sobre él para que le hayan escatimado 30 años de vida? ¡Pero si ayer por la noche tenía mi edad y esta mañana es más viejo que mi padre! Fueron sólo unos segundos, pero el vértigo que sentí no se me ha olvidado todavía. Vértigo y compasión.

Claro, enseguida até cabos. La película se rodó en 1976. ¿Qué coño esperaba? Fue estúpido no tenerlo en cuenta cuando me puse a buscar. Para mí los 30 años que separaban esas dos fotografías no existían, se reducían a una noche de verano. Luego, fui descubriendo lo que él había vivido en ese tiempo. Todos los excesos de los años de la movida, las idas y venidas de los sanatorios, las aventuras sexuales...Y la tristeza y la compasión me abandonaron. Menos mal.

Pero queda el recuerdo del fogonazo, la sensación de abismo, el aguijonazo de tristeza pura.

Esa tristeza es el negativo de la que sentiré cuando a mis sesenta años vea la foto que me saque hoy. Cuando me cague en los muertos del que me ha robado 30 años.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Como dijo un tal Wilde:
"La tragedia de la vejez no es que uno sea viejo, sino que uno es joven"

Un blog de Asier Iza dijo...

Lo has clavado, cabrón!